Tuesday 28 October 2025
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abc - 3 hours ago

Luca, el niño que sobrevivió a la dana en el vientre de su madre

Un año después de la trágica dana del 29 de octubre, la perspectiva cambia. Los sentimientos de los que sufrieron la histórica barrancada no son los mismos. Entre el desconcierto y el terror de las primeras horas y el temor que se respira en Valencia a que la lluvia pueda provocar algo similar en el futuro, se conjugan emociones de diversa naturaleza, algunas incluso contradictorias. Raquel Tarazona , embarazada entonces, pensó que aquella tarde iba a morir arrastrada y ahogada en plena calle. Se subió a la verja del ambulatorio de Catarroja mientras el tsunami marrón arrollaba coches y contenedores a su paso y, tras media hora, sintió «que se iba» . Pero no. Quien crecía dentro de ella le dio las fuerzas necesarias para salvarse del caos y tres meses después, justamente el 29 de enero, nació para darle un nuevo sentido. Con el pequeño Luca , el latido que la sostuvo, llegó por fin la esperanza. Raquel todavía se emociona cuando recuerda las horas más críticas de su vida. Doce meses después, atiende a ABC con su pequeño en brazos y en el mismo lugar donde se quedó atrapada. Junto al centro de salud todavía permanece una pasarela provisional por donde acceden los pacientes. Enfrente, se escucha de nuevo jugar a los alumnos del colegio público Vil·la Romana y, en los aledaños, los comercios tratan de adaptarse a la nueva normalidad . «Ahora mismo ya está casi todo como si no hubiera pasado nada, pero queda mucho por hacer, sobre todo con el alcantarillado», enseña. A escasos 50 metros, entran y salen vecinos del supermercado en el que se encontraba haciendo la compra cuando comenzó a entrar el agua. Eran las 18.40 horas. A pesar de vivir a dos calles, dado su avanzado estado de gestación, cogió el coche para no cargar con las bolsas y «para que no le pillara la chopada». Cuando bajó al parking subterráneo, experimentó los primeros instantes del miedo que después le encogería el alma. Una cola de vehículos en fila trataba de subir por la pronunciada rampa mientras se inundaba por momentos el aparcamiento. «Pensaba ahora saldré y no paraba de entrar agua , la gente estaba parada y no podía escapar, así que decidí dejarlo todo allí y subir a pie. No había otra manera de hacerlo», recuerda. Cuando salió a la calle, el agua ya le llegaba por la cintura. Nunca había visto algo así. Emprendió el camino con las bolsas hasta su casa y a la altura del centro de salud no tuvo más remedio que parar y subirse a la verja para que no se la llevara una corriente que ya arrastraba coches. «Me quedé enganchada un buen rato, el móvil no me funcionaba bien porque no había cobertura y apenas podía hablar con mi madre y mi hermano. Ellos me preguntaban qué ocurría y yo les dije que no sabía qué me iba a ocurrir y cómo iba a salir de allí», rememora con el semblante vidrioso. En ese momento, vio encima la luz del teléfono móvil de un chico subido a un árbol. No se atrevió a soltarse para colgarse también y pasado un rato creyó que era el final. «Mi pensamiento era que no sabía de qué manera, pero que me iba a morir . Si arrastrada por un coche, que me hubiera caído un árbol o una farola encima, da igual, pero no veía ninguna escapatoria», lamenta la joven de 36 años. Desde la planta superior del ambulatorio descendió su salvación. Una cuerda con la que primero encaramaron al hombre del árbol. «Te van a sacar ya, te van a sacar», le dijo este. «Lo primero que noté después de que me recogieran es que me había golpeado mucho, ya que cuando estaba en la reja usé mis piernas para parar el impacto de cosas que venían arrastradas, y que olía a sangre », trata de explicar sobre el primer instante dentro del centro médico, en el que sólo podía pensar sobre el estado de su bebé. Inmediatamente, los sanitarios le tomaron la tensión, le realizaron una primera revisión y le dieron comida, galletas y leche, para que pasara la noche allí tras ducharse con agua caliente. «Pude hablar con mi madre y al menos durmió tranquila», señala. A las siete de la mañana del día después, dejó atrás el centro de salud y se dirigió a su casa entre las montañas de coches, escombros, bajos destrozados y sobre todo barro. Mucho fango. Su marido ni siquiera había llegado aún, pues se quedó atrapado en el trabajo, en Almussafes, de donde volvió andando al mediodía tras recorrer 16 kilómetros. Por la tarde, se marcharon juntos hacia La Torre, el primer barrio de Valencia colindante a l Horta Sud, donde les esperaba su hermano para llevarles al hospital y someterse a diferentes pruebas médicas para saber cómo se encontraba Luca. «Me hice el chequeo y me dijeron que todo estaba bien. Respiré por fin después de todo », asevera. Tres meses después, el 29 de enero, llegó el mejor día de su vida con su nacimiento. Ahora disfrutan de un niño «muy movido» que apenas les deja dormir pero que «es la alegría y el motivo principal para seguir hacia adelante». « Doy gracias de que estuviera dentro , porque si hubiese estado fuera sería aún más catastrófico», reflexiona Raquel. «Luca es un niño pasado por la dana, está bautizado y rebautizado», ironiza ahora tras dejar atrás el momento más angustioso que jamás vivirá: «Le contaremos tal cual pasó, que estaba dentro de la mami, que hubo una tormenta muy grandes pueblos arriba y que todo esto se inundó como si fuera una playa. Que no había calles, sino un mar». « Estar con él es curarte . Verle la carita hace que todo pase», concluye esperanzada.


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