Wednesday 29 October 2025
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abc - 2 days ago

Un soltero deja sin palabras a su cita al proclamarse independentista y catalanófobo : «¿Qué estoy haciendo aquí?»

Una nueva incorporación se sumó a la plantilla de First Dates la velada del lunes 27 de octubre. La modelo Lidia Santo s debutó como camarera en el restaurante de citas de Cuatro en sustitución de Laura Boad o. El presentador y maître, Carlos Sober a, y el resto del equipo, formado por el barman, Matías Roure , y las camareras Cristina y Marisa Zapata , dieron la bienvenida a la nueva integrante. La que fuera Miss Málaga 2011 y concursante de Supervivientes 2019 , presumió de tener bastante experiencia como casamentera entre sus amistades y conocidos, «con un 80% de éxito». Pero la malagueña se estrenó en el dating show con la cita de Lluís (44) y Manuela (43), un encuentro en el que ella deseó poder salir corriendo. El barcelonés, «un artista vanguardista emergente, gestor cultural y periodista», llegó al establecimiento reprochándole a Sobera que no le había gustado «su sonrisa socarrona» al saludarlo y describiéndose como «un piltrafilla». Al presentarse, el soltero presumió de ser ahijado de la pintora Zabala y de su conexión familiar con la poeta Montserrat Abell ó. «La tendrían que conocer ustedes, la mejor», afirmó. Además, Lluís , bautizado artísticamente como Sobaval en honor al lavabo, dejó en la barra de First Date s un regalo para su pareja, «un cuadro valorado en más de 1000 euros». En vista de que el comensal pretendía seguir «haciendo propaganda» de su arte, el capitán del restaurante tuvo que cortar por lo sano para que no continuara divagando. «A mi más que el arte me interesa el amor», atajó, justo antes de que se produjera el encuentro con su cita. Lluís amenazó con salir huyendo de no gustarle su acompañante. Falsa alarma, pues cayó rendido a los pies de Manuela. «No se quién eres, ni de dónde vienes… Pero mi corazón te conoce. Abriré las velas y haré que los vientos me traigan a ti», le dedicó nada más verla. Lógicamente ella no se esperaba tal recibi y mucho menos, recibir como regalo una obra de arte acompañada de una extensa explicación sobre su significado. «No colgaría el cuadro en mi casa, no es mi estilo… Creo que mis neuronas ya no pueden con tanto», revelaba en los totales la consultora internacional de origen italiano afincada en Barcelona. Ni siquiera se habían sentado en la mesa y ya estaba abrumada con la verborrea de su pretendiente. Convencida de que Lluís no encajaba en absoluto con su prototipo de hombre, Manuela se resignó a afrontar la cena con paciencia y estoicismo. La misión, sin embargo, le resultó más complicada de que lo imaginó. «¿Qué estoy haciendo aquí? No se qué pastillas se tomó este señor, pero que las dejen de vender… Es muy peligroso», comentaba entre el humor y la desesperación ante el equipo del programa. La charla se había convertido en un monólogo por parte del soltero, que fue encadenando temas de conversación a cual más singular que el anterior. En lo que duró la cena, Lluís presumió de su faceta de artista multidisciplinar, desarrolló su peregrina teoría sobre la monogamia en pareja, para acabar dejando sin palabras una vez más a Manuel a al proclamarse «independentista y catalanófobo, soy más puigdemonista que Puigdemont», apuntó sin ser consciente de la contradicción monumental que había soltado. Cuando en el reservado sonó I Just Called to Say I Love You de Stevie Wonder la soltera creyó que por fin Lluís se callaría un rato... Se equivocó. No solo no cerró la boca, también sufrió la cercanía de tener que bailar con él y aceptar un abrazo. «Huele mucho. Reconozco que soy muy sensible a los olores, de verdad me dan ganas de vomitar», volvía a desahogarse en privado frente a las cámaras. Llegó el momento de tomar la decisión final. El artista aceptó una segunda cita, alegando que se había enamorado de ella, «aunque no pasionalmente». Manuela , por su parte, suavizó las calabazas bajo el pretexto de que, aunque le había parecido «una persona muy interesante y con mucha cultura», no encajaban. Antes de que él tuviera la oportunidad de despedirse con más besos, se le adelantó dándole un apretón de manos, «a la italiana».


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