Saturday 1 November 2025
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abc - 1 days ago

ROSS: Música francesa de primera mano

De nuevo el maestro Plasson subía al podio de la Sinfónica sevillana , después de tres años y un Pelléas et Mélisande agotador. El director honorario de la ROSS, a sus 92 años, demostraba todo su saber sobre música sinfónica francesa, una auténtica clase magistral, que el público supo valorar como el mejor homenaje que se le puede hacer. Pocos directores franceses pueden enseñarle nuevos secretos (sin olvidar lo que también nos dejó otro gran maestro galo, Marc Soustrot ). La primera obra fue Harold en Italia , op. 16 de Berlioz , encargada por Paganini , y al que no gustó el resultado, ya que hubiera preferido una obra en la que pudiera haber demostrado su virtuosismo constantemente. La verdad es que especialmente en el movimiento final hay momentos de inactividad continuada, justo en el movimiento en que debería atesorar la parte más difícil y brillante. Lise Berthaud estaba dispuesta a este sacrificio, aunque antes pudo dejarnos ver esa parte paganinesca de la obra con un instrumento de sonido conmovedor, que incitaba más al lirismo y la expresión que a la vehemencia de los bandoleros, aunque arrostró valientemente con esta parte. Es preciso situarla en una orquesta en que las violas cambiarin su puesto habitual con los violonchelos, lo que hizo que cobraran protagonismo por su mayor cercanía al público. El cambio es verdad que lo aprovecharon, porque lucieron desde el primer momento un sonido claro, cálido, presente (y eso que ya pueden imaginar que sus instrumentos están vueltos de espalda al público. Por eso, cuando entra la viola solista y le oímos ese sonido sedoso, suave, seductor, su presencia cobró aún más vida al continuar su tema en sus hermanas violas y luego en los chelos, cuya presencia resultó providencial, mágica. Pero de nuevo los violines, al menos los primeros, presentaron algunos desajustes, tanto de afinación como de unidad, que Plasson acompasaba marcando con arrebato el ritmo con el pie. La viola se imponía finalmente con un sonido profundo, hondo, como de la madera noble de la que está construida. Como en la Sinfonía fantástica , la obra presenta una idée fixe , un tema que se repite y une los cuatro movimientos, e incluso introduce comentarios a la misma, como una amplia sección en la que la viola realiza unos hipnóticos arpegios sul ponticello -sobre el puente del instrumento-, produciendo un sonido inquietante. En el sesquicentenario del nacimiento de Maurice Ravel se nos ofrecían dos obras señeras. En primer lugar, La valse , poema coreográfico para orquesta (1920) , Y digamos que ambas obras salieron extraordinariamente bien, con un Plasson en plena forma y por fin la mejor ROSS , con todos sus brillos y oropeles. Sobre la intencionalidad de la obra hay diversas opiniones, pero no cabe duda de que es un vals muy especial, que adquiere tintes grotescos, distantes, burlescos : un baile en continuo crescendo y que, como un merengue que no termina de montar, finalmente se desinflaba: ¿era una chanza por cada vez que el ejército vienés sufría una derrota? Ravel recomienda «ver en ella sólo lo que viene de la música: un volumen de sonido en constante aumento…». El inusual comienzo de los contrabajos nos lleva a señalar su excelente papel durante todo el concierto, aportando con sus contundentes pizzicatti corporeidad al co o, como aquí, en divisi , marcando una confusa textura unos, mientras que otra parte de la sección marcaba el pulso. Luego llegaron los vaivenes, como volteretas, como pasos de baile, que nos llevarán de este estrambótico vals al fluido rítmico de los años 20, y posteriormente su influencia en el jazz, en el swing en América (pensemos en los años 30, Astaire y Rogers, por ejemplo). La riqueza y el color del vals nos cegaba. Por ultimo, Daphnis et Chloé, suite nº 2 también de Ravel , nos atrapa con su delicado comienzo, luego un crescendo y un tema para las violas. Pensábamos que la disposición de las violas descrita arriba se requeriría sólo para Harold , ya que así se prolongaría el sonido del instrumento solista con toda su sección; pero es que continuó donde estaban, presentándonos el referido y precioso tema. Tras un paréntesis, nos sorprendió una melosa cuerda con sordina que nos llevó en volandas hacia una textura diríamos que casi pastoril, con las flautas capitaneadas por Juan Ronda , primero en la intensa zona aguda, luego en la zona media/baja, más sensual, mágica, pasando finalmente el testigo a la inusual y cálida flauta alto o flauta en Sol, a cargo de Antonio Hervás . Cerraba un solo muy sentido solo de Alexa Farrés , y también en el espectacular final (y en la pieza anterior), la presencia de 9 percusionistas y un nutrido grupo de metales que también dieron una talla enorme. Y personalmente el maestro francés sacó a la arpista Daniela Iolkicheva , que había colocado en la primera parte muy cerca del podio en el lado izquierdo, y en la segunda en el lado derecho e igual de cerca lo que, junto a la gran sonoridad de la solista búlgara, adquiriría el protagonismo que el director requería. Y luego un largo, largo, largo aplauso al querido maestro.


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