Saturday 1 November 2025
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eldiario - 15 hours ago

Adiós a Podemos

Habíamos empezado a hablar con fantasmas. La constante y amenazante presencia del fascismo y la búsqueda de enemigos internos convirtieron la política en un ejercicio de lealtad ciega . Artículo publicado en la revista Equator en que la exsecretaria de Organización de Podemos y exsecretaria de Estado para la Agenda 2030 reflexiona sobre su encuentro con el 15M y su experiencia en este partidoLee el artículo original en inglés publicado en la revista Equator Nunca pens en jubilarme a los treinta, pero supongo que la pol tica es el arte de lo imposible: lo que promete, lo que exige. Una d cada en el coraz n del experimento pol tico moderno m s audaz de Espa a me envejeci de maneras que apenas ahora empiezo a comprender. En mayo de 2014, tan solo cuatro meses despu s de su fundaci n, el partido espa ol de izquierda Podemos obtuvo cinco esca os en el Parlamento Europeo. Reci n graduada de la universidad y miembro de un grupo local de Podemos (o c rculo, como se les conoc a) en Par s, me contrataron para trabajar con estos diputados. Llegamos a Bruselas siendo unos completos novatos y tuvimos que aprenderlo todo sobre la marcha. Pero nos motivaba la promesa de hacer lo que sol amos llamar pol tica real ; es decir, no las luchas internas de poder ni los vaivenes ideol gicos del movimiento (que siempre abundaban), sino los problemas reales, como la discriminaci n de g nero y el desempleo, en los que esper bamos poder influir. Durante los a os siguientes, Podemos continu transformando el escler tico sistema bipartidista espa ol. En las elecciones generales de noviembre de 2019, conseguimos los esca os suficientes para formar parte de la primera coalici n de gobierno de Espa a, bajo el mandato del presidente Pedro S nchez, como socio minoritario del Partido Socialista Obrero Espa ol (PSOE), de centroizquierda. Poco despu s de esas elecciones, recib una llamada de Madrid: era Pablo Iglesias Turri n, el carism tico polit logo y fundador de Podemos, quien pronto se convertir a en vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Derechos Sociales. Creo que deber as volver a Madrid , me dijo. Me ofreci un puesto en el Ministerio de Derechos Sociales, realizando muchas de las mismas tareas que hac a para los diputados europeos: ayudar con los discursos, la comunicaci n y las negociaciones pol ticas. Por supuesto, acept . Tendr amos que aprenderlo casi todo desde cero, otra vez. Algunos funcionarios veteranos ya ped an el traslado porque no quer an trabajar para estos j venes radicales. Pero otros nos dec an con entusiasmo que nos hab an votado, que el gobierno necesitaba savia nueva. Esto tambi n se sent a como pol tica de una cosa era decir que el sistema bipartidista estaba roto y otra muy distinta averiguar c mo gobernar junto a l. Cuando regres a Madrid, estaba preparada para los ataques de la derecha, que me acusar an pensaba de haber conseguido el puesto solo por mi padre, Jorge Verstrynge, quien hab a sido uno de los l deres del principal partido conservador espa ol tras el franquismo. (En parte, por eso hab a pasado tantos a os estudiando y trabajando en el extranjero). Pero la derecha siempre sorprende. Dos semanas despu s de empezar en el trabajo, en marzo de 2020 mientras a n buscaba piso de alquiler, tras haberme mudado temporalmente de vuelta a la habitaci n de mi infancia empec a recibir mensajes preguntando si hab a mirado las redes ese d a. De la noche a la ma ana, una avalancha de titulares en la prensa de derecha afirmaba que me hab an contratado en el Ministerio de Derechos Sociales por ser la amante de Iglesias. No importaba que apenas lo conociera en persona. Con medio pa s pegado a sus ordenadores durante el primer confinamiento de la pandemia, el rumor ya hab a llegado a todas partes. Mi intuici n hab a sido, en esencia, correcta: para ciertas personas, la nica forma en que una mujer joven pod a haber conseguido ese trabajo era a trav s de su relaci n con un en este caso no fue mi padre, sino mi jefe. El ataque ten a una doble estrategia, ya que la pareja de Iglesias era Irene Montero, diputada de Podemos desde hac a tiempo, quien acababa de ser nombrada ministra de Igualdad en el nuevo gobierno de coalici n. Compa eros, periodistas y abogados me aconsejaron que lo ignorara. Solo unos meses despu s, cuando nos enfrent bamos a otra campa a electoral, nos decidimos a negarlo p blicamente. En cualquier caso, Podemos llevaba tiempo creyendo que, en ocasiones, las noticias falsas pod an utilizarse a su favor. El partido estaba obsesionado con difundir sus mensajes a trav s de cualquier medio posible y consideraba la televisi n un escenario clave de la lucha pol tica. En 2015, Iglesias hab a escrito: La gente ya no se involucra pol ticamente a trav s de los partidos sino a trav s de los medios de comunicaci n . Eres conocida, y podemos utilizarlo , me explicaron los dirigentes del partido. Una vez que se calmaron las aguas, experiment en primera persona la idea de que no existe tal cosa como la mala prensa. B sicamente, el ataque se volvi en contra de la derecha. Poco despu s, me incluyeron en la lista para las elecciones regionales de Madrid y me pusieron en el puesto n mero 14, lo suficientemente alto como para tener una posibilidad real de conseguir un esca o. Ten a 29 a os. *** Nac en 1992 en Madrid. Mi padre, hijo de un empresario belga arruinado, naci en la Zona Internacional de T nger, se declar fascista en su adolescencia, lleg a ser secretario general de Alianza Popular (AP) predecesor del actual principal partido conservador y fue expulsado del partido a los 40 a os. Hoy vota a la izquierda y da clases en una universidad p blica. Conoci a mi madre, periodista convertida en activista por el derecho a la vivienda, en las juventudes de AP. Ella fue la primera en abandonar el partido. Crec con la idea de que las personas cambian, las ideas evolucionan y la lucha colectiva merece la pena. Yo era la tercera de sus cuatro hijos y la nica hija. En casa, todo el mundo hablaba de pol tica, y mis padres criticaban el f rreo control que ejerc an los dos principales partidos. Pero al principio me resist a la pol tica. En 2011, estudiaba historia y relaciones internacionales en la Universidad de Par s cuando estall el movimiento 15M en toda Espa a. La presi n econ mica asfixiaba a millones de personas. Una generaci n que hab a crecido con el est mulo de estudiar, formarse, aprender idiomas y prepararse para un futuro prometedor vio c mo la crisis financiera hac a a icos sus expectativas. Desde mi piso de estudiante, vi c mo todos los medios de comunicaci n se inundaban de im genes de desigualdad y pobreza: j venes sin trabajo, cada vez m s personas sin hogar, familias y ancianos desahuciados. Los espa oles no suelen protagonizar explosiones de sentimiento popular como la que tuvo lugar el 15 de mayo de 2011. M s de 50.000 manifestantes se congregaron en la Puerta del Sol, una de las principales plazas p blicas de Madrid, y miles m s marcharon por Barcelona, Granada, Santiago de Compostela y otras ciudades. Para mucha gente joven, la pol tica se hab a vuelto urgente y personal de la noche a la ma ana. Unos d as despu s del 15 de mayo, vol de regreso a Madrid. Muchos de mis amigos acampaban en la plaza y durante un par de noches yo tambi n me sum . Hab a gente de todas las edades, muchos de los cuales no ten an ideolog a ni experiencia pol tica previas. Esa forma tan directa de sentimiento populista me impresion profundamente. Parec a como si el sistema pol tico espa ol, tan r gido y anquilosado, pudiera resquebrajarse por la simple voluntad colectiva. La energ a era contagiosa, mientras desconocidos debat an hasta altas horas de la noche sobre c mo reconstruir la democracia desde sus cimientos. Falt a algunas clases durante el resto del semestre. Pero, finalmente, tuve que retomar mis estudios. Los manifestantes comenzaron a organizarse en distintos sectores, defendiendo la sanidad p blica, la vivienda y los derechos laborales. Mi madre qued tan impactada por las im genes de los desahucios que empez a asistir a reuniones regulares del movimiento a favor del derecho a la vivienda. Mientras tanto, mi padre me cont que algunos profesores de su universidad comentaban por los pasillos la idea de crear un nuevo partido que pudiera llevar las ideas del 15M a las urnas. En enero de 2014, Iglesias fund Podemos, e inmediatamente me un al proyecto. En la pr ctica, eso signific unirme a un c rculo sat lite de Podemos en Par s. E ramos unos cincuenta, entre ellos algunos exiliados espa oles de mayor edad, j venes tanto de Espa a como de Francia, as como periodistas y activistas franceses. Nos reun amos en un bar de la margen izquierda del Sena. El atractivo de Podemos resid a en que muchos j venes se involucraron de repente en la pol tica, porque su mensaje sonaba menos a jerga y m s a sentido com n. De repente, cre mos que ten amos algo que decir sobre el futuro. Antes de esto, la izquierda espa ola se hab a definido en oposici n al franquismo, pero Iglesias sol a decir que ni siquiera deb amos hablar de izquierda o derecha. En cambio, hablaba del pueblo y de las lites econ micas, e insist a en que la sanidad p blica y la vivienda garantizada no eran ideas radicales. No hab a nadie como nosotros en Europa en aquella poca: eso fue antes de que Syriza llegara al poder en Grecia, antes de La Francia Insumisa. En mayo de 2014, el partido sorprendi a todos al ganar cinco de los 54 esca os del Parlamento Europeo. Ese verano me convert en t cnica, o asesora, de dos de esos diputados en Bruselas. Antes de mi primer d a, Podemos, superando cualquier parodia de escisi n de izquierdas, ya se hab a partido por la mitad por cuestiones de estrategia pol tica. Deb amos diferenciarnos de los socialistas o intentar llegar a acuerdos con ellos? Surgieron dos grandes facciones: una, liderada por Iglesias, defend a que Podemos deb a aliarse con la izquierda tradicional, mientras que la otra, liderada por I igo Errej n, el primer jefe de campa a del partido, impulsaba un enfoque populista que no se aliara con ning n partido de izquierda tradicional. Nuestros diputados eran de ambos bandos, y algunos miembros del equipo, cada cual con su propia inclinaci n, ni siquiera se dirig an la palabra en el comedor. Pas horas estudiando informes sobre temas que abarcaban desde la marihuana medicinal y la geopol tica hasta las plagas agr colas en el sur de Europa. E ramos un grupo joven e inexperto, pero deseoso de hacer las cosas bien. Como la mayor a de la gente de nuestra edad, nunca hab amos tenido trabajos estables ni casas propias, pero de repente nos encontr bamos trabajando codo a codo con veteranos estadistas. Entr bamos al Parlamento cuando abr a sus puertas a las 8:30 de la ma ana y sal amos pasada la medianoche, despu s de revisar los cientos de enmiendas que present bamos a cada informe que pasaba por nuestras manos. Oscil bamos entre sentirnos invencibles y darnos cuenta de lo poco que sab amos sobre c mo hacer las cosas en la nica instituci n de la UE elegida directamente por los ciudadanos. Pocos de nuestros colegas en Bruselas hab an entrado en pol tica como nosotros llamando a las puertas, haciendo campa as puerta a puerta, manifest ndose , pero muchos estaban bien informados, y ten amos mucho que aprender de ellos. Una de esas lecciones era que uno empieza a hacer pol tica con emociones, pero hay que transformarlas en acci n. *** Iglesias, el joven profesor con coleta que se hizo famoso gracias a los debates televisivos, representaba un tipo de pol tico espa ol totalmente nuevo. Combinaba un pensamiento estrat gico sofisticado con una intuici n innata para conectar con las masas indignadas los Indignados , otro nombre para el 15M ante la desigualdad y la austeridad. Su hiperliderazgo se convirti tanto en la condici n como en la limitaci n de nuestro proyecto. Aproximadamente un a o despu s de mi regreso a Espa a, en marzo de 2021, Iglesias dimiti abruptamente como segundo vicepresidente del Gobierno, tras concluir que era vital asegurar la supervivencia del partido en las elecciones auton micas de Madrid. Declar que una alianza de izquierdas podr a, por fin, poner fin a d cadas de gobierno del Partido Popular en la regi n. Su apuesta result en gran medida un fracaso: logr aumentar los esca os del partido en Madrid, pero con tan solo el 7% de los votos qued muy lejos de su objetivo de llevar a la izquierda al poder. Como resultado, tambi n renunci a la direcci n de Podemos, tras proponer que nuestra coalici n pol tica continuara bajo la direcci n de la ministra de Trabajo, Yolanda D az. A pesar de tener el carnet del Partido Comunista desde joven, D az era menos intransigente y m s dispuesta a negociar que Iglesias, como hab a demostrado al implementar medidas de protecci n laboral durante la pandemia. Podemos entraba en una nueva era. En junio de 2021, la secretaria general, Ione Belarra, me nombr secretaria de organizaci n, el tercer puesto en la jerarqu a del partido. Ahora era yo quien negociaba las listas de candidatos que present bamos en las elecciones, adem s de gestionar nuestras siempre intensas relaciones con otras organizaciones pol ticas y los medios de comunicaci n. Mi nuevo cargo exig a conectar nuestras fragmentadas secciones regionales con la direcci n nacional. Pero lo que Podemos valoraba mucho m s que la organizaci n era la comunicaci n, o quiz s ser a m s preciso decir la visibilidad medi tica. Nuestros l deres estaban profundamente influenciados por el polit logo argentino Ernesto Laclau, quien sosten a que los movimientos populistas pod an eludir las estructuras partidistas tradicionales mediante el uso estrat gico de los medios de comunicaci n. Esta idea era, sin duda, seductora: para qu invertir en el lento trabajo de la organizaci n cuando se pod a llegar a millones a trav s de la televisi n? Pero hab a un escollo que no vimos entonces: se pod a ganar poder a trav s del tiempo en antena, pero no se pod a gobernar con l. Y quiz nuestro propio cambio de estatus, de intrusos a personas en el poder, se produjo demasiado r pido para que nuestros l deres asimilaran nuestro xito. Poco despu s de asumir mi nuevo cargo, un miembro del partido me sugiri que simplemente cerr ramos todas las delegaciones locales y convirti ramos a Podemos en un partido con tan solo diez l deres nacionales fuertes. Esto era totalmente inviable, y me costaba creer que alguien con tanta influencia lo propusiera, pero su actitud era t pica de un partido que, en el fondo, no ten a ning n inter s en la estructura: en el tedioso trabajo de construir secciones locales, formar a los organizadores, celebrar reuniones peri dicas y mantener la infraestructura que mantiene vivo un partido entre ciclos electorales. Tampoco nos hab amos percatado de c mo estaba cambiando nuestra base. La fuerza inicial de Podemos radicaba en que hab a logrado movilizar a cientos de miles de personas, sac ndolas de la apat a, e incluso atrayendo simpatizantes de otros pa ses. Pero en la d cada de 2020, la principal experiencia de trabajar en Podemos era la de un debate pol tico cada vez m s escaso y una creciente paranoia interna. En julio de 2022, me incorpor al Ministerio de Asuntos Sociales como secretaria de Estado para la Agenda 2030. Entonces, Podemos comenzaba a desmoronarse. Aunque Iglesias esperaba que Yolanda D az asumiera el liderazgo de Unidas Podemos, nuestra coalici n de izquierda m s amplia, ella ten a otros planes. El mismo mes en que me incorpor al ministerio, lanz una nueva coalici n progresista llamada Sumar para presentar una imagen renovada a los votantes sin el ya considerable lastre de Podemos. Esto se plante como una forma de mantener la presencia de la izquierda en el gobierno, pero corr a el riesgo de hacer irrelevante a Podemos. La amenaza pareci galvanizar a Iglesias, a pesar de su dimisi n como l der de Podemos en 2021. (En realidad, sigui siendo una presencia constante en los medios de comunicaci n, ofreciendo declaraciones pol ticas casi a diario en programas de radio y televisi n, anticip ndose a menudo a las posturas oficiales del partido y, de hecho, marcando nuestra por no hablar de su omnipresencia en los chats grupales). Unos meses despu s, decidi dar un discurso oponi ndose a la nueva alianza de D az y me pregunt si pod a reunir a una multitud de 40.000 personas. Era imposible. Para entonces, quiz hubi ramos podido movilizar a 2.000, si el tiempo estaba de nuestra parte. C mo pod a no comprender que Podemos ya no era un partido capaz de reunir a 40.000 personas en cualquier acto, y mucho menos uno que tratara de una nueva escisi n en la izquierda? Las cr ticas externas tambi n nos afectaron. En tan solo unos a os, Podemos se enfrent a tantos ataques falsos acusaciones de corrupci n, uso de cuentas en para sos fiscales, recepci n de dinero de Ir n y Venezuela que muchos miembros perdieron su idealismo inicial. La actitud combativa que en su d a hab a convertido mi esc ndalo en la prensa sensacionalista en munici n electoral ten a sus l mites. Casi todas las figuras importantes de Podemos pronto se vieron envueltas en alg n tipo de causa judicial muchas de ellas inventadas y falsas, pero igualmente agotadoras . Tantos a os seguidos de hacer pol tica en estado de alerta permanente nos deslizaron hacia la zona de confort tradicional de la izquierda: el victimismo. Para la primavera de 2023, era evidente que Podemos ya no dirig a Unidas Podemos, que hab a formado un gobierno de coalici n con el PSOE en 2019, y nos vimos obligados a negociar con Yolanda D az. En junio, Podemos acept un acuerdo que habr a sido inimaginable tan solo unos a os antes y se uni a la coalici n Sumar. El nuevo equilibrio de poder fue doloroso, y nuestros candidatos quedaron m s abajo en la lista de lo que nadie hab a previsto. A pesar de mi creciente desilusi n, me concentr en terminar todas las tareas que se me encomendaban. Y cuando Podemos logr sacar cinco de los 31 esca os de Sumar en las elecciones de julio de 2023, fui elegida diputada. *** Cuando lleg el momento de formar su tercer gobierno, Pedro S nchez tuvo que construir una coalici n con Sumar, no con Podemos. La percepci n general era que Podemos ya no aportaba votos, por lo que su presencia deb a reducirse. A pesar de ello, hubo intentos de acercamiento, como ofertas para incluir a algunos miembros de Podemos, entre ellos Nacho A lvarez o Ione Belarra, en el nuevo gabinete. Sin embargo, Podemos hab a decidido que nuestro nombramiento innegociable era Irene Montero, y que deb a permanecer como ministra de Igualdad. La pol tica de 35 a os era posiblemente la figura m s visible del partido, a pesar de la pol mica en torno a la ley solo S es S de 2022 que ella impuls , y tambi n se hab a convertido en nuestra l der de facto. El PSOE se neg a mantenerla en el cargo, y Podemos qued completamente fuera del nuevo gabinete. Fue el punto de inflexi n que consolid nuestra nueva estrategia de oposici n. Pocos meses despu s, tambi n romper amos con Sumar. Tanto Ione Belarra como Irene Montero tuvieron que dejar sus cargos ministeriales y ambas pronunciaron discursos airados y sinceros: compa eros de Podemos hab an actuado de una manera angustiante y despreciable , dijo Montero, mientras que Belarra afirm que nuestros oponentes hab an intentado destruirnos, pero no pudieron, y lo nico que han logrado es hacernos m s fuertes . La l nea del partido sonaba ya vac a. En menos de una d cada, Podemos se hab a convertido en un partido que tem a al mundo, e incluso a su propio pa s. C mo? Hab amos dejado de hablarle a la gente. En lugar de demostrar a los votantes que Podemos a n pod a hacer pol tica luchando por los intereses de nuestros electores , decidimos votar en contra, o amenazar con votar en contra, de todo lo que propusiera el gobierno de S nchez. Esto inclu a cuestiones aparentemente fundamentales para el partido, como los derechos de las personas desempleadas. E incluso eso podr a haber funcionado si hubi ramos explicado a los votantes que est bamos obstruyendo deliberadamente con un pero no lo hicimos. Hab amos empezado a hablar con fantasmas. La constante y amenazante presencia del fascismo y la b squeda de enemigos internos convirtieron la pol tica en un ejercicio de lealtad ciega. La teor a de la conspiraci n estaba generalizada y culp bamos indiscriminadamente a periodistas y medios de comunicaci n, hasta el punto de afirmar abiertamente que era mejor tener votantes que no leyeran las noticias. Los medios ya no eran una herramienta, sino un enemigo. Durante nuestro breve periodo en el poder, logramos algunos xitos pol ticos y legislativos tangibles, como un mejor salario m nimo, una ley progresista sobre la eutanasia, un mayor acceso al aborto y a los derechos laborales, y una l nea telef nica de ayuda para v ctimas de violencia dom stica. Pero sent que la forma en que nos fuimos del gobierno eclips estas victorias. Quiz s la forma m s sencilla de describir lo que ocurri durante esos ltimos meses es que me desenamor . De repente, los ltimos nueve a os se me hicieron e me sent a mucho mayor que mis amigos, a pesar de ser una de las pocas que segu a sin casarse o sin hijos. Aunque hab a aprendido much simo en una organizaci n que hab a contribuido a redefinir Europa tras la crisis financiera, tambi n me hab a endurecido y seguramente me hab a vuelto m s c nica, y hab a llegado a sentir una especie de orfandad pol tica anticipada. Pero la pol tica no nos pertenece. Pertenece a todos aquellos cuyas vidas se ven marcadas por ella. Y sab a una cosa con certeza: nadie deber a permanecer en pol tica simplemente por miedo a perder su puesto. As pues, en enero de 2024, a los 31 a os, anunci mi retirada. Mi comunicado completo se public en X: Las despedidas son dif ciles y tristes. Dejo mis responsabilidades pol ticas y tambi n mi esca o como diputada. Mil gracias a los militantes de Podemos y a las personas que han confiado en m durante estos a os . Fui breve, pensando en todos aquellos que a n defend an un proyecto en el que ya no cre a. Pens , quiz ingenuamente, que mi silencio sobre las luchas internas, los conflictos de personalidad, las formas en que hab amos traicionado algunos de nuestros principios fundacionales los proteger a. Pero casi dos a os despu s es posible reflexionar con cierta distancia, y creo que es importante hacerlo, aunque solo sea para dejar constancia para quienes lleguen a la pol tica en el futuro. Mirando atr s, parece claro que Podemos nunca quiso ser realmente un partido, y mucho menos un partido mejor. Desde el principio, sus l deres cre an que los partidos estaban obsoletos y que los movimientos sociales eran el verdadero motor de la transformaci n pol tica. Trabajando bajo esas premisas, lo mejor que logramos crear fue un partido en l nea: uno que sonaba novedoso, pero que hered muchos vicios antiguos y no introdujo ninguna innovaci n organizativa significativa. Aun as , desear a que nos hubi ramos esforzado m s, o quiz que pudi ramos intentarlo de nuevo, sabiendo lo que sabemos ahora. No tengo planes de volver a la pol tica. Para ello, necesitar a estar segura de haber aprendido lo suficiente para hacer las cosas mejor, y de poder volver a confiar plenamente en un proyecto como para creer en l. Ninguna de esas condiciones se cumple hoy. La pol tica de partidos es imperfecta y exigente, pero sigo creyendo que los partidos son el motor de las democracias parlamentarias. Proyectos m s recientes, como Your Party en el Reino Unido, buscan impulsar movimientos populistas de izquierda similares contra los viejos establishments de sus pa ses. Pero si no desarrollan la capacidad organizativa y la democracia interna que nosotros descuidamos, no les auguro mucho futuro. Y nunca deben dejar de hablar con sus simpatizantes. Cuando la gente deja de sentir que su participaci n importa, se aleja. Podemos transform el sistema bipartidista espa ol; eso es innegable. Pero la pol tica real consiste en crear algo lo suficientemente duradero como para sobrevivir a tu propio momento de insurgencia. Mi vida es mucho m s tranquila ahora. Leo, escribo y ense o teor a de las relaciones internacionales en la universidad Sciences Po de Par s. En mis clases, no hablo de mi experiencia personal, aunque muchos estudiantes sienten curiosidad por los primeros a os de Podemos. Cuando me preguntan qu pas con el partido, suelo decir que sus l deres tienen otros intereses. Tras dimitir en 2021, Iglesias lanz un medio de comunicaci n que se convirti en el principal brazo de su activismo, aunque no habr a tenido sentido sin Podemos en primer lugar. Tambi n abri un bar en Madrid. Pidi donaciones de votantes mediante crowdfounding para el bar, asegurando que ser a un espacio para luchar contra el fascismo. I igo Errej n se convirti en portavoz de Sumar, pero abandon la pol tica en octubre de 2024, tras acusaciones de agresi n sexual. Cuando le cont a la gente cercana que pensaba dimitir, algunos me insistieron en que no lo hiciera. Mi padre repet a una y otra vez: Una vez que dejas la pol tica, no te dejan volver . No me cabe duda de que esto era cierto en su poca. En cierto modo, se trataba de un cl sico desacuerdo generacional sobre las lagunas en el curr culum. Pero tambi n refleja c mo, para su generaci n, la pol tica era casi una religi n. Creo que las cosas deber an ser diferentes ahora. S que mi padre intentaba protegerme. Pero tambi n recuerdo que, m s all del v rtigo de la decisi n, fue en casa donde aprend que la pol tica institucional es un lugar de tr nsito, no un destino. Sigo creyendo que todos deber an tener la oportunidad de participar en ella, en alg n momento de su vida. Pero la pol tica deber a ser solo eso: una etapa, no una vida entera. Debemos saber cu ndo a n podemos contribuir y cu ndo es el momento de dejar que otros lideren.


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