Saturday 1 November 2025
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eldiario - 15 hours ago

Los verdugos de Zaragoza: la investigación que saca a la luz la maquinaria de la violencia del 36

El historiador David Alegre reconstruye en su nuevo libro la red de perpetradores, desde oficiales a voluntarios civiles, detrás de las políticas de eliminación al inicio de la Guerra CivilFayón reconoce el papel crucial de la mujer durante la Guerra Civil en la Recreación de la Batalla del Ebro No llevaban uniforme de verdugo. Algunos eran abogados, empresarios, mandos intermedios del Ej rcito. Otros, guardias civiles o j venes de origen humilde que descubrieron un talento para matar . En su ltima obra, Verdugos del 36 , el historiador David Alegre reconstruye la red de perpetradores que, en el verano y oto o de 1936, convirti Zaragoza y su provincia en un laboratorio del terror planificado por el bando sublevado. El inter s de Alegre por este tema surgi de manera casi accidental. Su investigaci n sobre la batalla de Teruel le llev a realizar un trabajo de campo extensivo, recopilando testimonios de personas que hab an vivido la guerra siendo ni os o j venes. Fue entonces cuando empezaron a aparecer nombres, inicialmente solo alias o motes, asociados a detenciones ilegales, torturas y asesinatos. Son como animales mitol gicos: o as hablar de ellos, recog as retazos, pero no acababas de saber qui n era esa gente , recuerda. Su piedra de Rosetta apareci en un documento judicial en el que un denunciante describ a torturas sufridas y relacionaba a uno de esos alias con una persona concreta. A partir de ah , Alegre pudo reconstruir la red completa, conocer sus or genes familiares y seguir el rastro hasta los archivos estatales. El trabajo de investigaci n no se limita a los verdugos materiales. Alegre empez por quienes operaban a ras de fosa, a pie de tapia , pero pronto se dio cuenta de que su papel estaba enmarcado en una estructura m s compleja. Los que dise aban las pol ticas de eliminaci n eran oficiales de estado mayor, t cnicos del ej rcito con formaci n avanzada. La ciudad de Zaragoza se convirti en un escenario clave por varias razones. Con unos 220.000 habitantes y un crecimiento acelerado en los 30 a os anteriores a la guerra, concentraba tanto a trabajadores locales con v nculos estrechos con las lites como a reci n llegados de las zonas rurales. La ciudad era un eje estrat gico: sus comunicaciones ferroviarias y carreteras conectaban Francia con Valencia y Barcelona con Madrid. Mantener el control sobre Zaragoza era crucial para frenar cualquier avance republicano y proteger la base de operaciones de Mola en Navarra . Seg n Alegre, la radicalizaci n de las pol ticas de eliminaci n se entend a como una manera de mantener la ciudad bajo control y evitar insurgencias internas que pudieran conectar con milicias republicanas del este de Arag n . David Alegre Alegre subraya la complejidad y alcance de la conspiraci n golpista en 1936, que define como una conspiraci n capital por todo el territorio estatal, tentacular . Seg n el historiador, lo que resultaba dif cil de comprender para las autoridades republicanas era la capacidad tentacular casi celular que los golpistas tienen de organizar una tela de ara a: cargos medios, bajos de la guardia civil repartidos por todo el territorio estatal, la capacidad de infiltrar la polic a, las estructuras del estado . Esta red no solo inclu a a oficiales de alto rango, decisivos en el dise o de las pol ticas de eliminaci n , sino tambi n a mandos intermedios, capitanes, inspectores y guardias de diferentes cuerpos, hasta llegar a los asesinos materiales : guardias civiles de los rangos m s bajos y voluntarios civiles con or genes muy humildes , algunos incluso menores de edad, que descubr an un talento para matar . Alegre destaca que muchos de estos j venes se vieron marcados de por vida: Muchos quedaron traumados de por vida, se apartaron de la vida p cuando maduraron se dieron cuenta del alcance del desastre de lo que hab an llevado a cabo . De los ejecutores a la maquinaria de poder El libro de Alegre no solo describe la violencia f sica, sino tambi n la estructura jer rquica que la organizaba. Los perpetradores de alto rango eran oficiales del ej rcito y funcionarios con carreras consolidadas, muchos de ellos con formaci n internacional y posiciones influyentes en la sociedad zaragozana. Por debajo estaban las correas de transmisi n : capitanes, tenientes de la guardia civil, inspectores de polic a, oficiales intermedios encargados de coordinar operativos. En el nivel m s bajo operaban los ejecutores materiales: guardias de bajo rango y voluntarios civiles, algunos de apenas 16 a os, que llevaban a cabo asesinatos y detenciones. Lo que m s le sorprende como historiador es c mo estos perpetradores de rango alto y medio, decisivos como correas de transmisi n de las grandes autoridades golpistas Franco, Mola, Queipo de Llano primero supieron borrar bien sus pasos, supieron reinventarse, dejar a un lado su perfil de especialistas en gesti n del orden p blico y violencia, o murieron en los 40 y su memoria qued sepultada . Alegre se ala que la gente que dise la arquitectura de las pol ticas de eliminaci n en Zaragoza son oficiales de estado mayor que desde hace muchos a os han abandonado la carrera en el ej rcito y se han dedicado a la banca, la industria, la educaci n privada . Entre ellos, Jos Derqui, Carlos Portol s y Antonio Torres se convirtieron en grandes empresarios, manteniendo intacto su conocimiento de la vida social y econ mica de la ciudad. Su participaci n en las pol ticas de eliminaci n no se limitaba a obedecer rdenes: lo que les impulsaba, explica Alegre, era la sensaci n de que el colapso en Arag n es inminente . La combinaci n de presi n militar, crisis econ mica de la patronal y acceso a tierras en el Arag n rural llev , en pocos meses, a que la violencia sistem tica se convirtiera en la v a para eliminar a quienes se consideraban amenazas al statu quo . Libro Verdugos del 36 de David Alegre Entre los casos que m s impactaron a Alegre destaca el del abogado Julio Alcal . Proveniente de una familia liberal y muy integrada en la sociedad zaragozana, Alcal llevaba una doble vida durante los primeros meses de la Guerra Civil: de d a defend a a perseguidos en procesos judiciales militares, y de noche participaba en masacres en Valdespartera y Torrero. Tras la guerra, fue repudiado por la sociedad que le hab a encumbrado ; muri solo, sin epitafio ni necrol gica. Alegre explica que la hipocres a cristiana dominante del momento consideraba que no le toca al hijo de una familia bien mancharse las manos de sangre, que hay otra gente que tiene que hacerlo, se considera innecesario, s dico . Alcal muri solo en 1948, de ELA, y no volvi a aparecer en las cr ncias de sociedad a partir de 1937: Desaparece de la vida p blica . Muchos j venes buscaban ascenso social, respeto o acceso a recursos confiscados a las v ctimas, pero pocos lograron prosperar plenamente. Alegre subraya que la complejidad moral de estos individuos es crucial para entender la represi n: No son el mal enc son personas humanas, con motivaciones, sue os y vidas sociales , explica, destacando la dificultad de empatizar con quienes cometieron cr menes sistem ticos sin juzgarlos desde la moral contempor nea. El trabajo de investigaci n conllev un fuerte desgaste emocional para Alegre. Durante a os combin su docencia universitaria con desplazamientos a Madrid, Salamanca, Segovia, A vila y Zaragoza, trabajando en archivos estatales y revisando documentaci n que detallaba torturas y asesinatos. Parte de su objetivo era reconstruir el perfil humano de los perpetradores, incluyendo entrevistas con descendientes, lo que le permiti constatar que la sociedad espa ola est preparada para confrontar esta historia : Me ha sorprendido la honestidad y la amabilidad con la que me han tratado, incluso cuando se trata de familiares de verdugos , se ala. Para Alegre, conocer esta historia es un derecho de la sociedad: Nadie que descienda de estas personas es responsable de los actos de sus abuelos o cada cual es libre de mirar a los fantasmas de la familia como quiera .


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