Saturday 18 October 2025
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eldiario - 10 hours ago

Viajar en vertical: pueblos colgados, ciudades en alto y casas que se asoman al vacío

Entre cañones, desfiladeros y acantilados, hay municipios que viven literalmente al borde del abismo. Cuenca, Castellfollit de la Roca o Ronda son solo algunos de esos lugares donde las casas se convierten en miradores asomándose al vacío Los siete amigos que rehabilitan refugios de montaña para devolverles su dignidad: “Pasamos de una cuadra a un hotel” Muchos pueblos se han erigido buscando la altura. No por capricho, sino por pura necesidad: la roca ofrece protecci n y una vista clara del horizonte. Las murallas se apoyaban en los cortados, las calles se adaptaban al terreno y las casas trepaban por la monta a como pod an. Con el tiempo, esos lugares se convirtieron en parte del paisaje, donde la arquitectura y la geograf a se mezclan sin saber muy bien d nde empieza una y termina la otra. Hoy, esas viejas ubicaciones estrat gicas se han convertido en destinos de postal. Los asentamientos se mantuvieron donde estaban y hoy sorprenden por su forma de adaptarse a la roca. Caminar por ellos es moverse entre cuestas, callejones y balcones que se asoman a los valles. Lugares pintorescos que siguen teniendo algo de refugio y mucho de mirador. En Espa a hay varios ejemplos de esa arquitectura que desaf a al vac o. Desde las Casas Colgadas de Cuenca hasta las laderas rojizas de Albarrac n, pasando por Ronda, Castellfollit de la Roca, Fr as, Zahara de la Sierra o Arcos de la Frontera. Pueblos y ciudades que viven entre el cielo y la tierra. Cuenca: las casas que flotan sobre la hoz Entre los r os J car y Hu car, Cuenca se asienta sobre un espol n rocoso que la convierte en una de las ciudades m s singulares del pa s. Sus famosas Casas Colgadas, del siglo XV, parecen flotar sobre el abismo. Los balcones de madera sobresalen justo encima de la hoz del Hu car y, desde el puente de San Pablo, la imagen impresiona tanto como la primera vez que se ve en una foto. Cuenca desde el puente de San Pablo. M s all de las casas, merece la pena perderse por la ciudad vieja: la Catedral de Santa Mar a y San Juli n, la Plaza Mayor, el Parador, los museos de Arte Abstracto y Paleontolog a o los miradores que asoman a las hoces. Cuenca es Patrimonio de la Humanidad y, a la vez, una ciudad c moda, tranquila y con una de las puestas de sol m s bonitas del interior de Espa a. Ronda: el v rtigo del Tajo Pocas im genes hay tan reconocibles como la de Ronda y su Puente Nuevo sobre el Tajo por el que pasa el r o Guadalev n. La ciudad se divide en dos, separada por un desfiladero de m s de cien metros de profundidad que corta el terreno en vertical. Las casas blancas se asoman al precipicio y las vistas desde los miradores son de esas que se quedan grabadas. Ronda a vista de pájaro. El paseo por el casco antiguo lleva hasta la Plaza Duquesa de Parcent, con su iglesia de Santa Mar a la Mayor y el antiguo ayuntamiento. Tambi n merece la pena bajar hasta los ba os rabes, recorrer los miradores de Aldehuela y de la Pe a de Berlanga (m s conocido como el Balc n del Co o ) o asomarse desde los jardines de Cuenca. Todo en Ronda parece hecho para mirar al horizonte. Castellfollit de la Roca: al filo del basalto En plena Garrotxa, Castellfollit de la Roca se asienta sobre una lengua de roca volc nica de m s de un kil metro de largo y cincuenta metros de altura. Desde abajo, el pueblo parece una maqueta suspendida en el aire, con una fila de casas de piedra que se asoman al borde del precipicio y con el r o Fluvi corriendo a sus pies. Foto aérea de Castellfollit. Es uno de los municipios m s peque os de Catalunya, pero tambi n uno de los m s fotog nicos. El mirador junto a la iglesia de Sant Salvador ofrece una de las vistas m s conocidas del pueblo, aunque tambi n conviene verlo desde el valle, donde se aprecia la magnitud del acantilado. El paseo por sus calles empedradas es breve, pero suficiente para entender por qu este rinc n se ha convertido en una parada imprescindible en la comarca volc nica de la Garrotxa. Fr as: la ciudad m s peque a de Espa a En el norte de Burgos, Fr as se encarama sobre una pe a caliza dominada por el castillo de los Velasco. Las casas se agrupan en la ladera y muchas parecen colgar literalmente de la roca, formando una silueta inconfundible. Desde la carretera que sube al pueblo se aprecia especialmente bien el perfil medieval del conjunto. Frías asomándose al abismo. Fr as presume de ser la ciudad m s peque a de Espa a, pero su patrimonio es enorme: el castillo, la iglesia de San Vicente, el puente medieval con torre defensiva sobre el Ebro y el entramado de calles que suben y bajan entre muros de piedra. En lo alto, los miradores naturales regalan una panor mica del valle que siempre es recomendable disfrutar. Zahara de la Sierra: casas blancas en las alturas En pleno Parque Natural de la Sierra de Grazalema, Zahara de la Sierra se alza sobre una pe a que domina el embalse de Zahara-el Gastor y los montes que lo rodean. Las casas blancas trepan por la roca hasta las ruinas del castillo nazar , desde donde las vistas son de v rtigo. Desde abajo, el pueblo destaca en blanco entre las rocas y la vegetaci n de la monta a. Zahara de la Sierra, una mancha verde en la sierra verde. Sus calles empedradas conducen hasta la iglesia de Santa Mar a de la Mesa y la Torre del Homenaje, en la parte m s alta. Los miradores al embalse y las peque as plazas del casco antiguo invitan a parar un poco y disfrutar del silencio. Zahara forma parte de la ruta de los pueblos blancos, pero su ubicaci n en las alturas la hace nica incluso entre ellos. Arcos de la Frontera: un balc n a la Sierra de C diz Construido sobre una cresta rocosa con paredes que caen en vertical sobre el r o Guadalete, Arcos de la Frontera es otro ejemplo de belleza de altura. Las casas blancas parecen suspendidas sobre el vac o y el perfil del pueblo, visto desde el valle, deja claro por qu fue plaza defensiva durante siglos. Arcos de la Frontera sobre el río Guadalete. El casco antiguo es un laberinto de calles empinadas que llevan a la Bas lica Menor de Santa Mar a, el Castillo Ducal y los miradores de Abades y Pe a Nueva, donde el horizonte se abre hacia los campos andaluces. Desde el valle, la imagen del pueblo sobre la roca resume perfectamente lo que hace especial a Arcos. Albarrac n: un laberinto de piedra en la roca En Teruel, Albarrac n se adapta al terreno como si hubiera nacido de la monta a. En este caso no hay grandes acantilados, pero el color rojizo de sus fachadas se confunde con el de la roca, y las casas se apilan en distintas alturas siguiendo el curso del r o Guadalaviar. Desde abajo se aprecia la armon a del conjunto y la forma en que el pueblo se integra en el paisaje. Albarracín al atardecer. Sus murallas trepan por la monta a y el castillo corona la parte m s alta. La Catedral del Salvador, la plaza Mayor, el paseo fluvial o las vistas desde las murallas resumen bien el encanto del conjunto. Albarrac n es uno de esos pueblos donde todo parece seguir en su sitio, a pesar de sus ajetreados siglos de historia.


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