Tuesday 28 October 2025
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eldiario - 3 days ago

Los hijos de migrantes tenemos que ocupar los espacios con orgullo aunque la sociedad siga aclimatándose a nosotros

En su primer libro, Madres migrantes , la poeta y activista antirracista, Fátima Saheb, reflexiona sobre las vivencias de las mujeres que, como su madre, migraron a España hace más de tres décadas y cuyos hijos se han convertido en una de las primeras grandes generaciones de españoles con progenitores extranjeros Los niños y niñas racializados apenas existen en los catálogos de juguetes de España Un d a de tantos en los que el telediario cuenta otra barbaridad sobre inmigraci n pronunciada por un l der pol tico, las autoridades discuten sobre ni os a repartir y las redes sociales escupen odio, la poeta F tima Saheb habla de todo ello sin mencionar nada de eso. He visto el poder transformador que tiene la emoci n. Cuando una persona que no entiende otra realidad se da la oportunidad de escucharla sin juicios y se genera una conexi n emocional, puede generar un cambio. Puede hacer que esa persona vuelva a la calle con un esp ritu m s cr tico hacia toda la intoxicaci n informativa que recibe , dice la escritora cuando reflexiona sobre su poes a con elDiario.es. En un recital organizado en septiembre en Espacio Afro Conciencia (Madrid), los versos de Saheb saben a rabia e injusticia, narran el dolor que atraviesa los v nculos de la inmigraci n, pero desde la profundidad de sus entra as. Desde el escenario en el que recita, con las dosis precisas de seguridad y amabilidad, la poeta conecta con quienes la escuchan y asienten con timidez, muchas de ellas hijas de migrantes como la escritora. Hasta que la belleza que rodea sus palabras les contagia la confianza para ocupar el espacio y compartir sus reflexiones. Es ah , desde la conexi n de entra a a entra a, cuando aparece la estrategia en la que Saheb m s conf a para enfrentar el racismo: ocupar un espacio propio para contar desde la emoci n las distintas ramificaciones en las que el racismo estructural puede llegar a impactar en una vida o, como su primer libro relata, en la de toda una generaci n de migrantes a la que apenas se mira. La de su madre, y la de todas esas mujeres migrantes que llegaron a Espa a hace m s de 30 a os, cuando el pa s empez a ser destino para la inmigraci n. Esas madres cuyos hijos se convirtieron en la primera gran generaci n de espa oles hijos de padres extranjeros. Las madres de quienes ahora alzan la voz para denunciar el racismo que no ven quienes no lo sienten. Las madres que, como dice Saheb, callaron demasiado para que ahora sean ellas quienes hablen. A os despu s de que Saheb empezase a conectar en Barcelona con otras hijas de migrantes como ella, cuando empez a entender esas carencias ligadas a su experiencia y la manera en la que el racismo estructural ha afectado a su generaci n, la poeta empez a pensar en el proceso de su madre. La activista migr a Suecia y, aunque desde una posici n m s privilegiada, cuenta, conect con sensaciones que podr a haber atravesado tambi n ella cuando abandon su pa s, Marruecos, para asentarse en Espa a a finales de los 80. Al volver, hice clic . Quer a tener conversaciones con mi madre sobre ello, como dos mujeres adultas, de emigrante a emigrante , para entender qui n era ella, c mo ve a el mundo entonces y c mo le ha atravesado a ella tambi n esa mirada externa , reflexiona Saheb en una entrevista con elDiario.es para explicar el porqu de su poemario Madres Migrantes , editado por Jande, cooperativa editorial que busca impulsar a autores racializados o migrantes, quienes muchas veces enfrentan mayores trabas para acceder al sector. De esas conversaciones entre madre e hija, nace este libro, cuyas p ginas tambi n esconden una profunda cr tica al sistema desde el l tigo de la belleza contenida en sus palabras. C mo fueron esas conversaciones con su madre? Qu encontr en ese proceso? Fueron muy bonitas. Creo que muchas mujeres migrantes acaban anulando parte de su historia y de su personalidad por lo dif ciles que son las gestiones diarias de la hostilidad de tener que tirar para adelante. Se olvidan de sus sue os, pero incluso se olvidan de que importa su voz o de que son interesantes. Porque la sociedad actual traslada que la migraci n es algo negativo, pero luego s consideran m s guay las nuevas generaciones que se han asimilado m s en la sociedad. Entonces, tiran a la basura las aportaciones de las primeras generaciones que emigraron. Todo eso lo han absorbido estas mujeres, estos hombres tambi n, que han puesto toda la energ a por el futuro de sus hijos, y se han olvidado de sus propias vivencias. Y, mientras ten amos estas conversaciones, iba viendo como mi madre se iba empoderando cada vez m s y fue muy bonito. Ah tuve clar simo que esto se replicar a en muchas casas. En varios versos mencionas cierta culpa de las hijas de las migrantes. A qu te refieres? S , en este proceso he tenido que hacer cierta gesti n de culpa. Es una culpa que quiz no me pertenece exclusivamente a m , porque en la infancia el acompa amiento que podemos hacer a nuestras madres es limitado. Sent que yo parec a ser la guay de la historia, sobre todo en la adolescencia, y no hab a puesto hasta ese momento el foco tambi n en sus vivencias. Me entraron muchas ganas de hacer reparaciones. Reparaciones desde lo m s peque o, como normalizar y fomentar que ella fuese a las cafeter as, donde normalmente no ir a por las miradas violentas del entorno. Llev rmela de viajes conmigo y preguntarle realmente lo que quer a hacer. Querer que viniera ella tambi n a los recitales y que formase parte del libro. Quer a que el foco la iluminara m s a ella que a m y que sus historias no quedaran en el olvido. Se me olvida que hubo un tiempo en el que yo no era parte de tu vida. Que hubo años en que tú eras el centro. Tu destino aún por escribirse. Creciste parte de una tierra que nunca ha intentado escupirte. Fátima Saheb — Madres migrantes Creciste parte de una tierra que nunca ha intentado escupirte , reza uno de los poemas. Cu l era la tierra que s escup a? De nuestras conversaciones sal an carencias que tuve yo como hija de migrantes y que ella no tuvo, y viceversa. Lo que a m me faltaba, por ejemplo, es un v nculo fuerte con el origen como ella ten a. Yo crec normalizando que se me quisiera escupir en la sociedad donde crec . A m me parec a muy interesante escucharla y entender por qu ese apego al pa s de origen. Pero para m era muy interesante entender si su car cter quiz estaba menos roto que el m o, por el hecho de que parte de su identidad la amara y la aceptara plenamente. En mi caso era m s dif cil llegar a ese momento de paz, entendiendo que en Marruecos no acabo de ser del todo marroqu y, en Espa a, tampoco. La mirada exterior nunca me va a ver del todo como parte valiosa y completa. Yo sent a en mi infancia que ten a que amputar muchas partes de m : descafeinar tu nombre, no hablar de las cosas que com is en casa o c mo se rezaba, etc. Con ese verso quer a expresar que a veces no nos hemos podido acompa ar bien, porque eran muy diferentes las formas de vincularnos a los espacios que habitamos. Quiz a mi madre le daba m s paz el origen y a m me daba m s paz el destino, aunque no me tratara del todo bien. A trav s de la poes a, describe algunos de esos momentos dolorosos en los que sent as que la sociedad os escup a , como cuando ten ais que ir al Ayuntamiento a hacer cualquier tr mite burocr tico. Habla de c mo, ya de adulta, ha podido llevar a cabo una calmada revoluci n encubierta . A muchas hijas de migrantes no nos ha quedado otra que acompa ar a nuestras madres o padres en tareas o tr mites para ayudarles con la traducci n, porque el sistema no se hac a cargo de ello. En seg n qu espacios, ve a situaciones realmente muy hostiles de, como yo les llamo, depredadores en administraciones p blicas contra los cuerpos de nuestros padres y su dignidad. En esos tr mites, era habitual ver a la figura blanca acostumbrada a ver a mujeres migrantes que, por no tener las habilidades ling sticas y por ser tratadas como inferiores, o agachan la cabeza o a veces empiezan a gritar de impotencia dentro de una administraci n p blica ante una injusticia. En esos momentos, recuerdo c mo muchos funcionarios se ven an arriba porque era una forma de confirmar sus prejuicios. Pensar an: Ves? Esto es lo que son, salvajes. Llamo a seguridad y la saco . Pero, de repente, te viene una generaci n que muy calmadamente se planta y te dice: A m no me puedes tratar as . Conozco mis derechos. Dame una hoja de reclamaci n . Y eso da mucha rabia al racista que realmente sabe que est ejerciendo su poder para humillar a otras personas porque las considera inferiores. Y a m me llena de regocijo, es una reparaci n. Mi madre puede ver que todo aquello que algunas veces se comi sirvi para empoderar y preparar un escenario en el que poco a poco sabemos m s sobre nuestros derechos. Habitamos los espacios y accedemos a todos los recursos sin tener que decir gracias, ni perd n, ni bajar la cabeza. Mi madre puede ver que todo aquello que algunas veces se comió sirvió para empoderar y preparar un escenario en el que poco a poco sabemos más sobre nuestros derechos. Habitamos los espacios y accedemos a todos los recursos sin tener que decir gracias, ni perdón, ni bajar la cabeza. C mo le afectan ese tipo de situaciones a una ni a? Aqu recuerdo las palabras de Safia El Aldami. Ella dice que, como mujer adulta, se puede comer el mundo y puede hacer mil cosas, pero tiene ataques de ansiedad cada vez que hace un tr mite burocr tico. Ley ndola, me di cuenta de que eso me pasa a m . Me cuesta m s ir a un Ayuntamiento peque o para pedir una c dula de empadronamiento que sacarme m ster. Porque me vuelven much simas im genes en las que yo estaba llorando en espacios p blicos, las miradas cuando me persegu an Se te junta todo y te sientes muy vulnerable. Y, por ejemplo, me siento extremadamente agradecida cuando me tratan bien en un sitio. Yo voy al m dico de urgencias y salgo sin que me hayan tratado mal y salgo curada simplemente porque ha sido una experiencia serena. Y eso no es normal. No tendr amos que normalizarlo. Cuando mi madre va sola al aeropuerto, me da miedo que le toque el control aleatorio de seguridad. Todo esto nos quita mucha inocencia en la infancia y en la edad adulta pues nos da como muchas cosas a trabajar. Uno de los poemas habla de gente que aparentemente ayudaba a su madre d ndole trabajo, esa gente que para su madre podr a haber sido un entorno de cierta hospitalidad . Pero, tras revisar esas vivencias, concluye que esa hospitalidad no era tal. Qui nes eran los salvadores blancos de la vida de su madre? Me refiero a las personas que daban trabajo a mi madre. Mi madre trabaj muchos a os limpiando casas y esas personas se negaban a darle de alta en la Seguridad Social. Mi madre ha tenido que escuchar a una mujer quejarse de las condiciones laborales para las mujeres y hablar de su participaci n en el comit de empresa, para despu s dar en mano el dinero a esa otra mujer que, ante tus ojos, no merece tener esos mismos derechos. Mucha gente tiene que entender que toma decisiones que afectan a la econom a o a la salud de otras personas, porque quieren mantenerse en una lite. Son estructuras de poder que impiden que todas vivamos dignamente. Su miedo es que vengáis a devolverles lo que sus antepasados les hicieron a los vuestros. Como el ladrón que piensa que todos son de su condición. El que ha sido colonizador solo ve colonización. Fátima Saheb — Parte del poema La lógica del colonizador de Madres Migrantes Varios versos critican el peso de la herencia colonial y c mo esa narrativa acaba impactando a los migrantes y sus hijos: Su miedo es que veng is a devolverles lo que sus antepasados le hicieron a los vuestros . Viene de la narrativa de moros y cristianos . Mi madre, pese a ser musulmana practicante, decidi llevarme a un colegio cat lico de monjas y despu s a un instituto de Hermanos Salesianos. Yo crec en la Comunidad Valenciana, donde una de las festividades consiste en que haya personas que se vistan de moros para simular batallas contra los cristianos. El problema es que los ni os son esponjas. Si eso no lo acompa as con una explicaci n, en la que quede claro que viene de un contexto hist rico paralelo, que no quiere decir que esos moros son la figura que viene aqu a atacar y a romper la paz, se acaba normalizando la idea de que las familias que vienen a Europa a trabajar est n intentando dominarla. Y ello genera bullying, genera que te sientas se alada constantemente, que intentes evitar que se te vincule con lo moro, que t misma lo rechaces, lo cual anula una parte de ti. Y c mo se vive ese cierto rechazo de las ra ces de una misma, ante esa imagen recibida de la mirada exterior? Qu impacto tiene en esa ni a y en su familia? A veces nos avergonzamos de partes de nuestras tradiciones para que no se nos vinculara con esos imaginarios. No porque no nos gustara, pero eso seguro que hizo mucho da o a muchos padres y madres. C mo se debe sentir una madre que lo est dando todo, que quiere que formes parte de un pa s pero que te est inculcando tambi n ciertos valores de origen, pero a veces los adolescentes se rebotan y les dicen que les da verg enza. O no quieren que les vean con sus padres en seg n qu contexto. Lo que hacen es que te averg ences de una parte de ti. Y eso ha generado mucho trauma en hijos de migrantes, que ya de adultos sienten que no fueron del todo agradecidos. C mo se va produciendo esa evoluci n. Cuenta que, en alg n momento, ciertas costumbres o su propio origen le avergonzaba y le generaba rechazo, pero c mo se fue reconciliando con esa parte de s misma? C mo ha ido evolucionando esa mirada y c mo lo ve ahora? La palabra ser a orgullo y una sensaci n de plenitud en mi complejidad. Ahora yo no tengo que explicar a nadie por qu me gusta seguir los partidos de la selecci n marroqu y de la selecci n espa ola, aunque est n uno contra otro en el Mundial. No tengo que explicar por qu puedo celebrar cada parte de m a mi manera, ni por qu necesito ir de tanto en tanto a un pa s en el que nunca he vivido, que es Marruecos. Porque hay ciertas conexiones y ciertas din micas vecinales que me llenan y necesito que formen parte de m . Ahora, en vez de vergüenza, siento orgullo de la complejidad y diversidad que hay en mí. No siento que tenga que anular o amputar partes de mi parte árabe-marroquí, para encajar en España. En el tema del Islam tambi n he tenido un proceso de pasar de una religi n por tradici n a una religi n por convicci n, porque yo he hecho mi trabajo de investigarla, de encontrarme. Ahora, en vez de verg enza, siento orgullo de la complejidad y diversidad que hay en m . No siento que tenga que anular o amputar partes de mi parte rabe-marroqu para encajar en Espa a. Y, cuando voy a Marruecos tampoco siento la verg enza que antes notaba al sentirme tan privilegiada cuando me comparaba con mi familia de origen, porque ahora entiendo que yo tambi n he tenido que asumir muchas renuncias por habitar en Europa y, cuando voy, tengo derecho a impregnarme de todo lo que me da Marruecos. Como hija de migrantes, c mo vive la normalizaci n del discurso del odio que ha llevado a picos de violencia racista como lo vivido en Torre Pacheco? Siento mucha preocupaci n, no solo como hija de migrantes, sino tambi n como futura madre de cuerpos que van a ser le dos posiblemente como tal, aunque nazcan aqu . Tambi n por m misma. Hace unos meses me he puesto el hiyab y tengo una hipervigilancia en ciertos espacios que no ten a antes, porque entiendo que yo ahora soy la diana de esos discursos de odio. Y no deber a de ser as porque soy la misma persona que hace cuatro meses. Lo nico que ahora llamo la atenci n porque he externalizado una parte de mi pr ctica religiosa. Al mismo tiempo, me puedes llamar na f, pero creo en el poder que estas historias dice en referencia a historias como las que ella cuenta a trav s de su poes a . Me gustar a que llegaran a m s p blicos, sobre todo en edades m s tempranas, porque yo he visto el poder transformador que tiene que una persona que no entiende otra realidad se d la oportunidad de escucharla sin juicios. De repente, si se genera una conexi n emocional, despu s vuelven a la calle y ya son mejores aliados o ya son personas, por lo menos, con un esp ritu cr tico para cuestionar lo que les llega, esa intoxicaci n de informaci n. Cu l cree que es la mejor estrategia para reaccionar contra ese odio? Para m la soluci n es el orgullo. Es que ocupemos los espacios. Encontrar lugares para sanar, pero tambi n de lucha: ocupar los libros, ocupar las pel culas Y hacerlo mostrando que t ya has hecho ese clic , que t ya te sientes valiosa y parte de la sociedad, aunque la sociedad a n se est aclimatando y a n siga haci ndote sitio, t ya te sientes parte. Una frase lo define muy bien: No esperes que te pongan una silla en la mesa. Crea tu propia mesa. Entonces, dentro del contexto del sal n de Espa a, nos creamos nuestras mesas . En el libro, uno de los poemas habla de dos palabras que en Marruecos significan extranjero , pero cada una tiene matices muy diferentes. Qu simboliza la existencia de esos conceptos distintos? S , Kharij o en el Ghorba. Es la definici n neutra de el extranjero , espacio fuera de las fronteras donde t vas a habitar. Y ghorba es un t rmino que, despu s de muchos a os de escucharla, me di cuenta de que es muy diferente. Ghorba se utiliza en todos los poemas y canciones nost lgicas para describir ese espacio donde te lleva la migraci n y donde nunca te vas a sentir bien del todo, donde se te rechaza, donde pierdes derechos. Qu habr pasado en una sociedad de migrantes para que necesitemos un t rmino como este? Porque normalmente esas canciones tratan de decir: pi nsatelo bien antes de hacer la migraci n, porque no va a ser un camino de rosas. Todas las p rdidas que hacen pensar a muchos migrantes que no vali la pena, toda la distancia. Pierdes a tus padres, pierdes a tanta gente, no puedes volver y no puedes echar el tiempo atr s. Entonces eso es garba: un lugar extranjero donde t cr nicamente vas a ser le do como extra o y donde no vas a poder sentirte en paz. Deseo que realmente que Europa y Espa a y Catalunya en alg n momento puedan dar todos los derechos a las personas migrantes para que no tengan que sentir que mejorar sus condiciones de vida supondr n sentirse constantemente fuera de un espacio de paz.


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