Saturday 18 October 2025
Home      All news      Contact us      RSS      English
abc - 2 days ago

La estación de autobuses de Toledo y la importancia de la primera impresión

Nadie puede evitar hacerse una primera impresión sobre las personas que conocemos o los lugares que visitamos. La psicología nos habla de la importancia de estas percepciones que el cerebro forma en cuestión de milisegundos a partir de los datos suministrados por los sentidos, pues los juicios o las opiniones que se crean a partir de ellas suelen ser tan rápidas como duraderas. El impacto positivo o negativo de estas primeras tomas de contacto condiciona nuestra experiencia futura, hasta el punto de que los individuos tendemos a dar más veracidad a lo que aprendemos inicialmente acerca de alguien o de algo que a los datos que recopilamos más tarde. De hecho, solemos buscar indicios que confirmen nuestra primera conclusión , evitando o desechando aquella información que la contradiga. Se trata de un fenómeno que los psicólogos llaman efecto de primacía : la primera impresión dicta cómo voy a percibir a una persona en el futuro. Puede parecer una apreciación muy superficial, pero el aspecto descuidado e inseguro de alguien que me acaban de presentar puede decirnos mucho acerca de cómo es esa persona. Un profesor que causa a sus alumnos mala impresión el primer día de clase tiene muchas papeletas para arrastrar su mala imagen durante todo el curso. Lo que vale para una persona sirve también para una ciudad. Pongámonos por un momento en la piel de una joven pareja holandesa que ha venido a pasar el día a Toledo desde Madrid y, después de una hora de viaje, arriba a la estación de autobuses de la ciudad del Tajo. La impresión que se llevan al ver la escalera mecánica sucia y parada (ni los trabajadores de la estación recuerdan el último año que funcionó) y a las personas mayores cargadas con bolsas o maletas haciendo cola para tomar el ascensor, está muy lejos de lo que esperaban de una ciudad de la que han leído que es Patrimonio de la Humanidad. Cuando desde los andenes suben al primer piso de la estación, lo que contemplan es un espacio destartalado con la mayoría de los locales comerciales vacíos y los escaparates empapelados. Con las prisas no pudieron desayunar en Madrid y albergaban la esperanza de hacerlo en la cafetería del recinto, pero, ¡ay!, todo su gozo en un pozo, pues la estación de Toledo hace tiempo que no tiene cafetería. Les llama la atención el contraste de este espacio desangelado y la rotundidad y el gigantismo con que se anuncia el nombre de Toledo en la puerta de entrada. La impresión de estos jóvenes no mejora cuando toman el remonte mecánico que les habrá de llevar al Casco histórico y uno de cuyos tramos de subida se ha detenido , dejando varado a un grupo de jubilados de Soria: no se explican que esta entrada a la ciudad, que debía ofrecerse como carta de presentación de una aspirante a la Capitalidad Europea de la Cultura en 2031, pueda albergar tanta mugre y suciedad. El hueco entre las escaleras y el muro de hormigón ( decorado con pintadas y toda clase de pringosas pegatinas) se ha convertido en un basurero , y se diría que esas grandes cristaleras que forman uno de los flancos del parking-auditorio diseñado por Moneo, no se han limpiado desde el día que se inauguró. Lo que se vislumbra a través de dicha cristalera no es mucho mejor: el patio abandonado y lleno de escombros de la alhóndiga, un edificio histórico que la negligencia del actual consistorio (y la del anterior) ha impedido que se convierta en la nueva sede de la Escuela Municipal de Música y Artes Escénicas. Pero podemos dejar a esta pareja de holandeses perdidos en un bosque de sombrillas multicolores en Zocodover y centrarnos en la familia coruñesa que ha llegado con su coche al aparcamiento del Miradero. Son días, como casi todos los del año, de máxima afluencia turística y el único ascensor operativo (los otros llevan años sin funcionar) está colapsado, tanto para subir como para bajar. Si la familia hubiese decidido, pues no está el horno para bollos, dejar su automóvil en un aparcamiento disuasorio (como el de Azarquiel, donde la grúa está siempre activa), habría sido peor, ya que aparcar en Toledo puede convertirse en misión imposible. Seguramente se arrepentirían de no haber cogido el bus o el tren. En ese caso, si la opción elegida hubiera sido el AVE, notablemente más cara que la del autobús, al salir de la estación (sus receptores olfativos y visuales les agradecerían que no haberse pasado antes por el baño) se habrían encontrado con el pavimento de la estación levantado, eso sí, al sortear las vallas y abandonar el recinto, Toledo les daría la bienvenida con su nombre en letras gigantes junto a una gasolinera. Ahora bien, la importancia de estos rótulos gigantescos en la ciudad, famosa por las cuidadísimas rotondas y los parques dejados de la mano de Dios, en la formación de una primera impresión de Toledo es muy relativa. Estas letras monumentales de acero o PVC, también llamadas letras corpóreas o letras volumétricas, una tendencia que proviene de EEUU y que se ha puesto de moda en todas las ciudades europeas con el propósito de promocionarlas o de fortalecer la identidad local, pueden servir para hacernos un selfi y para compartir nuestras visitas turísticas en las redes sociales (el resultado es muy bonito si acompañamos el nombre de la ciudad con un I LOVE y un corazón), pero nos atrevemos a decir que la masificación turística, la proliferación de tiendas de imanes y otros souvernirs baratos , la falta de residentes y de comercios de barrio, el abandono de grandes edificios o el estado de sus jardines y parques (vergonzoso el del parque de Safont) contribuyen en mayor medida a que nuestros visitantes se formen una primera impresión de la ciudad de Toledo. Una primera percepción que habla de la dejadez y de la desidia de los políticos municipales y regionale s, los cuales se muestran incapaces de llegar a ningún acuerdo, por ejemplo, sobre el modo de salvar del deterioro que sufre desde hace años nuestra estación de autobuses, propiedad de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, pero cuya gestión y mantenimiento, por un contrato firmado en 1986, corresponde al Ayuntamiento de Toledo. La «compleja gestión» de esta infraestructura de la que habla el alcalde Velázquez no tiene que ver con las intrincadas y oscuras redes de intereses políticos que mueven a nuestros representantes municipales y autonómicos, no, sino con problemas tales como quién debe pagar la maquinaria necesaria para que las escaleras mecánicas se pongan en marcha de nuevo o quién tiene que gestionar el alquiler de los locales, y otros problemas de esta índole y envergadura. Harían bien nuestros políticos, en vez de realizar costosos viajes a China o a Japón pagados con los impuestos de los ciudadanos, en cuidar el aspecto de la ciudad con el que se van a encontrar nuestros visitantes. Entre Madrid y Toledo hay 83 servicios diarios de autobús. Aunque ellos nunca cojan este medio de transporte, ¿suena descabellado que nuestros gobernantes municipales y regionales se pongan de acuerdo en adecentar la estación de autobuses de Toledo a la que llegan todos los días miles de viajeros?


Latest News
Hashtags:   

estación

 | 

autobuses

 | 

Toledo

 | 

importancia

 | 

primera

 | 

impresión

 | 

Sources