Monday 13 October 2025
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abc - 4 hours ago

David Bustamante regala a Sevilla una noche de éxitos y mucha energía

Dieron las nueve en punto cuando el Cartuja Center se estremeció, no por el estruendo, sino por el murmullo vibrante de las voces que, a coro, dibujaban un único apellido: Bustamante. Globos luminosos flotaban sobre la platea, como luciérnagas domesticadas, anunciando que la noche no sería común. Entonces, los músicos tomaron posiciones y, a contraluz de una imponente letra B, el escenario cobró vida con los primeros acordes de La Siberiana . David Bustamante apareció con paso decidido y una energía que devoraba cada rincón del teatro. Bastó apenas un minuto para que la platea, antes disciplinada en sus butacas, se levantara como impulsada por un resorte invisible. Y, aunque hubo algún amago de regresar al asiento, la irrupción de Devuélveme la vida desató el baile colectivo. «¡Sevilla!» gritó él, y Sevilla respondió con un rugido cálido que retumbó en sus propias paredes. Desde ese instante, la comunión fue absoluta. Bustamante recorrió el escenario de lado a lado, saludando, sonriendo, recogiendo incluso una flor azul que le entregó una fan de las primeras filas. Pero el gesto más emotivo llegó cuando se detuvo para honrar a una seguidora que, en su último concierto, luchaba contra una enfermedad y ahora regresaba curada. El cantante la miró con esa mezcla de orgullo y ternura que sólo concede la música compartida: «Está siendo un año muy bonito y muy es tenía muchas ganas de cantaros estas canciones. Inédito me ha dado esa pausa, ese motivo para subirme aquí y ver cómo estas canciones han dejado de ser mías para ser vuestras… es impresionante». Con Derramando verdad mantuvo la llama encendida, proclamando su filosofía con firmeza: «Mientras seáis diez, conmigo somos once. A mí me da igual los que seamos aquí… gracias, Sevilla, por el cariño». El concierto se transformó entonces en un festival de gestos humanos: interrumpió el repertorio para recoger un dibujo, regaló una toalla a una niña, bajó al foso para tomarse fotos con otra fan. Todo era cercano, cálido, auténtico. Soy capaz sonó como un desafío destinado a quienes, desde la sombra de las críticas fáciles, comentan su físico. Pero él, en vez de respuesta amarga, devolvió verdad en forma de canción. Le siguieron Calma —comenzada sentado en una banqueta y terminada con todos de pie—, Gracias , donde chocaba manos entre las primeras filas, El día que te vayas y Hacerlo mejor . «Por no ser singles no dejan de ser importantes… y a mí me gusta darles su espacio», confesó antes de sentarse al borde del escenario , guitarra en mano, para desnudar el repertorio con Los amigos y Miento . Fue uno de esos momentos donde el teatro deja de ser teatro y se convierte en confesionario. Ya escoltado por su banda, pero sin perder la intimidad nacida, continuó con La suma perfecta , Hola, ¿Qué tal? y Hoy tengo ganas de ti . Y llegó el instante más hondo: Dos hombres y un destino , dedicada a su gran amigo David Casademunt. Las linternas de los móviles brotaron como un mar de estrellas, iluminando la emoción. El viaje prosiguió con Nunca es tarde , una arrolladora Cobarde gritada al unísono, y la entrega total de Cerca de mi piel . El amago de despedida apenas duró unos minutos: Bustamante regresó, de nuevo, renovado en vestuario y fuerza, para entonar Abrázame muy fuerte . «Muchas gracias a cada uno de vosotros. Recordaremos muy especialmente vuestra energía.» «Gracias a todos por apostar por la música en directo», dijo antes de presentar a su banda y encarar la recta final con Ya no puedo esperar , El aire que me das y No soy un Superman . Y así, entre descomunal energía y la terquedad de un público que no quería final, demostró que su legión —quizá no multitudinaria, pero sí inquebrantable— sigue firme. Porque hay carreras que no necesitan ruido para ser ro sólo verdad. Esa noche en Sevilla no fue solo un concierto. Fue un acto de entrega. Un artista mirándose a sí mismo y, a la vez, a todos nosotros. Un hombre, una voz… y una B gigante recordando que aún queda mucho por decir.


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