Wednesday 15 October 2025
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abc - 2 days ago

La despedida de Woody Allen a Diane Keaton: «Su gran risa sigue resonando en mi cabeza»

El pasado sábado, el mundo perdió a una de las grandes actrices del mundo en las décadas de los 70, 80 y 90. Diane Keaton, musa del cine de Hollywod y, en especial, de Woody Allen, falleció con 79 años dejando tras de sí una prolífica carrera. Una trayectoria inseparable del mencionado director estadounidense, con quien compartió algo más que escenario y plató. Este lunes, Allen ha publicado en The Free Press una carta de despedida para la que fue su actriz fetiche e incluso su pareja entre 1970 y 1971, aunque lo que prevaleció fue una sólida amistad hasta el último momento. Juntos grabaron ocho películas, entre ellas, Annie Hall , por la que Keaton ganó el Oscar a mejor actriz en 1977. Como todas las historias de éxito, hubo un principio, que Allen ha querido recordar en una misiva en honor al recuerdo de su amiga. «A diferencia de cualquier otra persona que haya existido en el planeta o que probablemente vuelva a existir, su rostro y su risa iluminaban cualquier espacio en el que entraba», afirma el director, que no oculta que sintió un flechazo desde el momento en que la vio. Sus caminos se cruzaron durante las audiciones de su obra de teatro Play it again, Sam , que dirigía y actuaba en el papel principal. Cuenta una divertida anécdota: al principio, pensó que ella era más alta que él, algo que no quería que interfiriera con los chistes y situaciones de comedia preparados en la obra. «Como dos colegiales, nos pusimos espalda con espalda y nos medimos. Afortunadamente, teníamos la misma altura, y Merrick la contrató», cuenta el director con cierto alivio. «Durante la primera semana de ensayos no nos dirigimos ni una sola palabra. Ella era tímida, yo era tímido, y cuando dos personas tímidas se juntan, las cosas pueden ponerse bastante aburridas», explica. Aunque llegó el momento en que ambos actores de la obra coincidieron en un restaurante de la Eighth Avenue de Manhattan (Nueva York) y empezaron a intimar. «El resultado fue que ella era tan encantadora, tan hermosa, tan mágica, que llegué a cuestionar mi cordura. Pensé: ¿Podría estar enamorado tan rápido? ». El romance fue mutuo y, para el momento de estreno de la obra, ya estaban enrollados. El amor se hizo íntimo, y la intimidad, confianza total. «Le mostré todas las películas que hice y llegó el momento en que solo me preocupaban sus valoraciones. Con el paso del tiempo, hice películas para una sola espectadora, Diane Keaton. Nunca leí una sola crítica de mi trabajo y solo me importaba lo que Keaton tuviera que decir al respecto. Si a ella le gustaba, consideraba que la película era un éxito artístico», confiesa hoy el cineasta. Allen hace un elgio de sus múltiples virtudes, desde la actuación a la dirección de películas, su gusto artístico, su afición por la fotografía o su irreverencia respecto a la moda. «Para entonces ya vivíamos juntos y yo veía el mundo a través de sus ojos». «Durante los pocos años que vivimos juntos, ella me enseñó mucho. Por ejemplo: antes de conocerla, nunca había oído hablar de la bulimia . Íbamos a los partidos de los Knicks y después a Frankie and Johnnie s a comer un filete. Ella se comía un solomillo, patatas, tarta de queso y café. Luego volvíamos a casa y, al cabo de unos minutos, ella estaba tostando gofres o preparando un enorme taco con carne de cerdo. Yo me quedaba allí, atónito. Esa actriz delgada comía como Paul Bunyan. Solo años más tarde, cuando escribió sus memorias, describió su trastorno alimentario, pero cuando lo viví, solo podía pensar que nunca había visto a nadie comer así fuera de un documental sobre ballenas», afirma, divertido. Tras varias anécdotas, el director de cine se sincera: «Ella siguió saliendo con varios hombres interesantes, todos ellos más fascinantes que yo. Yo seguí intentando crear esa gran obra maestra con la que todavía sigo luchando, por lo que sé. Le decía en broma a Keaton que acabaríamos como Norma Desmond y Erich von Stroheim, ella como la actriz y yo como su chófer, que antes era su director». «Pasamos unos años maravillosos juntos y finalmente ambos seguimos adelante, y solo Dios y Freud podrían saber por qué nos separamos», afirma. «Ahora es un mundo en el que ya no está. Por lo tanto, es un mundo más triste. Aun así, quedan sus películas. Y su gran risa sigue resonando en mi cabeza», firma su despedida.


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