Monday 3 November 2025
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eldiario - 24 hours ago

Los íncubos de la Calle del Pez

Hasta hace no muchos años, no se podía escribir la más leve crítica sobre monarca de las memorias sin desaparecer ipso facto de los grandes medios de comunicación Vuelve un rey a sus dominios y, al parecer, con un libro. Pero claro, el rey en cuesti n no es Alfonso X de Castilla y, en lugar de llegar con tratados como El libro del saber de astrolog a, los Juegos diversos de ajedrez, dados y tablas o esa joya de medicina y magia que es el Lapidario atr vanse con ellos se presenta con unas memorias, es decir, un g nero tanto m s falso cuanto m s rico, poderoso y fatuo es el personaje que est detr s. Raro es que a alguna de esas obras no se le pueda aplicar lo que escribi Juan Luis Vives (1492-1540) sobre los libros de caballer as, asunto de hombres ociosos dedicados a las mentiras que no serv a para saber ni para juzgar bien de las cosas ni para vivir, sino solamente para hacer cosquillas a la concupiscencia (De disciplinis, en el apartado dedicado a la corrupci n de las artes). Raro es que no coqueteen con el g nero m s inveros mil de todos, el de las vidas de los santos (la hagiograf a) y, desde luego, tambi n es raro que no aneguen el mundo con sus infundios gracias al dinero y los cortesanos que los aplauden. Sobre los hechos del partidario de los principios del Movimiento Nacional que ahora se pasa amablemente a la ficci n, les recomiendo un texto que se intent silenciar por m ltiples v as all por el a o 2000: Un rey golpe a golpe, de Rebeca Quint ns L pez, quien tuvo que firmar como Patricia Sverlo para que no la echaran del periodismo. Recuerden que, hasta hace no muchos a os, no se pod a escribir la m s leve cr tica a dicho monarca sin desaparecer ipso facto de los grandes medios de comunicaci n; maravillas de la campechan a, tan cercana a veces al se sienten, co o! . Dicen que se ha avanzado en tal sentido, y es siempre se avanza en tal sentido: cuando Fernando VII dej de ser piedra angular, se pudo reprobar a Fernando VII; cuando dej de serlo Isabel II, se pudo reprobar a Isabel II, y as sucesivamente. El poder no pone el grito en el cielo si, pensando en un soberano de ayer que no sea inseparable del hoy, puntualizaci n obligada , tiramos por ejemplo de Luciano de Sam sata y citamos: No trabaja. Sin fatiga disfruta de los esfuerzos ajenos, y tiene la mesa llena en todas partes, pues hasta las cabras se orde an para ella (Elogio de la mosca). Como es l gico, su preocupaci n principal es el presente, no el pasado. Ahora bien, un autor es un autor, por mucha corona que lleve y, si est de promoci n de libro, vende un producto. Que el producto sea suyo o de otra persona es otra cuesti n; hay bastantes situaciones intermedias, sin necesidad de llegar a los fantasmas literarios, antes llamados pero, por supuesto, los productos suelen tener precio: en este caso, y seg n la p gina web de la casa que lo publica en Espa a, 24,90 . Poco para un ejemplar en tapa 24,90 m s de lo que deber a costar, desde mi punto de vista, para un ex jefe de Estado con muchos millones que dice hablar por una cuesti n de honor. Siento que me est n robando mi historia , se queja en el extracto facilitado por la editorial francesa y, como siente que se la est n robando, corre a pedir veinticinco euros a los ciudadanos y ciudadanas que han pagado su sueldo durante d cadas. Aparentemente, ha le do mal El alcalde de Zalamea, de Calder n la Barca. Cuando Crespo contesta a Don Lope al final de la primera jornada, no se queda con sist mica comodidad en al rey la hacienda y la vida/ se ha de dar ; le a ade una conjunci n adversativa y sentencia, sin monedas de por medio: pero el honor/ es patrimonio del alma,/ y el alma s lo es de Dios . Dejando a un lado ese tema, quiz haya pecado de inexacto al afirmar de forma indirecta que las memorias de los l deres pol ticos son ficci n, excepciones aparte. Lo son, aunque s lo sea porque, si la memoria nos enga a a todos, no hace falta ser muy listo para saber cu nto enga a a los que est n en el ajo de ese particularmente, si van diciendo por ah que la Historia son ellos y que, adem s, es suya. Sin embargo, las memorias no apelan a la suspensi n de la realidad que implica la literatura, sino a lo mismo que el periodismo: la pretensi n de objetividad. Desde que las Acta Diurna de Julio C sar abrieron el camino que llevar a al primer periodismo propiamente dicho los avisos de los siglos XVI y XVII el problema de la improbable objetividad siempre ha estado en que no depende en ltima instancia de la veracidad de lo que se publica, sino de la confianza del lector, el oyente, la audiencia. Si no conf an en el medio, no hay hecho objetivo que si conf an, no hay falacia que no pueda colar. Y visto as , termina resultando que el g nero menos ficticio de todos y de paso, el menos da ino es el de la ficci n pura, que no tiene ninguna intenci n de informar. Ya que estamos con los avisos, ser a imperdonable por mi parte que no hablara de los Avisos del escritor y dramaturgo Jer nimo de Barrionuevo (1587-1671), todo un Karl Kraus de aquellos tiempos, dial ctica incluida. Quien quiera conocer mejor la vida social del barroco, lo tiene tan f cil como echar un vistazo a esa obra y a las obras similares de Andr s de Almansa y Jos Pellicer de Ossau. Econom a, pol tica, fiestas, asesinatos, sucesos variopintos, milagros, an cdotas de la Corte, gastronom a popular y aristocr tica y alguna que otra aparici n de los chicos de Belceb , como la del 30 de junio de 1658: en aquella nota de prensa, publicada al mes siguiente, se afirmaba que dos madrile as de la Calle del Pez se encontraron, volviendo del r o Manzanares, con dos demonios ncubos que se dedicaron a enamorarlas discreta y dulcemente , dej ndolas de tal suerte que la m s joven muri dentro de seis horas y la otra, al d a siguiente . Pero lo m s interesante est en las ltimas palabras de la narraci n, que concluye con un seco, pragm tico y sin duda preperiod stico Es cierto . Es posible que, llegados a este punto, haya quien piense, grosso modo: Menuda salida. Qu tendr que ver una chifladura de unas gentes tan atrasadas como las del siglo XVII con el siglo XXI, donde quien m s y quien menos es doctor en pirotecnia aplicada al sue o de la raz n? Qu tendr que ver, ciertamente. Pues miren, quienes cre an en ncubos en el XVII un sector del pueblo, no de la lite cre an en algo racional, dado que creer en el para so no es separable en la cultura cat lica de creer en el infierno. Jer nimo de Barrionuevo era consciente de ello y, como cualquier due o de un medio actual, daba a su p blico la normalidad correspondiente a la poca. Lo incre ble no es eso, que no ha ca lo incre ble es que, en el siglo XXI, abarrotado de presuntos laicos, se crea que el le n del sistema se convertir , si se espera lo suficiente, en un agradable minino y, volviendo al rey de las memorias, que la enfermedad es l y no la instituci n que representa. Por lo dem s, 24,90 no es el precio de ese libro, sino de nuestras tragaderas.


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