Saturday 1 November 2025
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abc - 18 hours ago

Cementerios: centinelas de la historia

Zamora. Siglo XIX. Todos los maceros y concejales del Ayuntamiento visten de luto. Están de procesión. Deben trasladar al menos treinta féretros de un cementerio provisional al de San Atilano, que comenzaría así su andadura con este «entierro fantasmagórico». Era algo común en una época en la que muchos cementerios castellanos pasaban, por razones higiénicas y decisión real, de estar bajo el control de la iglesia a categorizarse de «civil» y ubicarse «fuera de la ciudad». Es una de las curiosidades que David Gago, teniente de alcalde del Ayuntamiento de Zamora y profesor de Geografía e Historia, comparte en las rutas organizadas para conocer la historia y arquitectura del camposanto zamorano. Recuerda que «cuando en 1834 se empiezan a recibir cadáveres», las autoridades de la época tienen que lidiar con los «problemas» derivados de haber «roto» con la «tradición» de enterrar en la parroquia. El conflicto entre la Iglesia y el Estado estaba entonces en ebullición. ¿Qué podían hacer para diferenciar a los ricos de los pobres?. Hasta entonces, «las personas más pudientes se enterraban cerca del altar y el resto en el entorno». Los camposantos mantuvieron bastante tiempo ese rol satisfaciendo los deseos de «una burguesía que estaba empezando a triunfar en el mundo de los negocios y quería dejar su impronta». «Con un simple paseo se pueden ver las enormes diferencias», expresa al respecto Miguel Blanco, guía oficial de turismo del cementerio salmantino San Carlos Barromeo y fundador de Salamanca Guiada. Entre los mausoleos que estos días estarán más visitados que de costumbre con motivo de la celebración del Día de Todos los Santos, llaman la atención el de Teresa de Zúñiga y Cornejo, conocida en la ciudad como la Corneja y famosa por el pleito que mantuvo con el Ayuntamiento de Salamanca en defensa de su casa, situada en lo que hoy es la Rúa Mayor. Sorprende por su volumen y sus formas románicas. Su panteón, en el que fue inhumada en 1912, «es el más rico y espectacular», describe, y lo compara con «los humildes enterramientos del antiguo cementerio civil, algunos compuestos simplemente de un mojón y un número». Además de su condición social, de muchas de las tumbas se deduce la repercusión que tuvo el fallecido en su época. Ocurre en Zamora, por ejemplo, con el Panteón de personajes ilustres donde reposan Eduardo Barrón, importante imaginero, autor de la escultura de Viriato, y el poeta Jesús Hilario Tundidor. Aún así, los hay también «absolutamente discretos», apunta Blanco sobre el camposanto salmantino. Menciona, a modo de ejemplo, el «humilde nicho» de Miguel de Unamuno, que nada tiene que ver con los panteones de la Familia Brusi o el del ganadero Eloy Lamamié de Clairac», pertenecientes a la burguesía salmantina. Las tumbas de los cementerios también son rigurosos testimonios de la historia. Así se puede ver en Puente Castro, en León. En 1944 el accidente ferroviario de Torre del Bierzo, «conmocionó a la sociedad, aunque su magnitud real se silenció durante décadas». Aunque las primeras cifras oficiales del siniestro hablaron de entre 78 y 87 fallecidos, las investigaciones posteriores elevaron el número de víctimas a más de un centenar, e incluso algunas fuentes estiman que pudieron superar «los 200 o 300». Debido a «la censura informativa impuesta por el régimen y a la ausencia de registros fiables» nunca se supo la cifra real, Este uno de los temas que trata Carlos Montoro en las rutas que realiza por el camposanto leonés, al estar en él enterrados algunos de los fallecidos en este siniestro ferroviario, el más grave ocurrido en España. El empresario Secundino Gómez, fundador del Monte de P Justina González, primera mujer estudiante veterinaria de España, el escritor Victoriano Crémer o la etnógrafa Concha Casado son algunas de las personalidades enterradas en el cementerio leonés a las que se refiere el guía durante el recorrido. En el recorrido también tratan otras historias curiosas que se refieren a personajes mucho más antiguos, como la de Juana García, apodada la Dama de Arintero, «asesinada en circunstancias confusas». Hija de un noble leonés, cuando la edad impidió a su padre acudir a la guerra por el trono de Castilla, este decidió enviarla, para lo que adoptó el nombre de Diego Oliveros. Al resultar herida, su identidad fue descubierta, pero, «admirados por su valor», los Reyes Católicos le concedieron privilegios y honores. Adentrarse en el camposanto vallisoletano es hacerlo también en casi dos siglos de historia, solía decir el investigador y exconcejal de IU Jesús Anta, ya fallecido. Recorrer con El Carmen con él era un lujo. Se conocía al dedillo dónde se ubicaban los epitafios más curiosos, los panteones más relevantes, los que tenían una arquitectura más singular.... «Estamos ante obras de autor», solía decir. No le faltaba razón, pues algunas de las tallas de los mausoleos más antiguos llevan la firma de escultores de renombre como Fernández de Oliva, quien hiciera, entre otras obras, el Cervantes que preside la Plaza de la Universidad, o arquitectos como Gerónimo Ortiz de Urbina, responsables del Pasaje Gutiérrez. Son tumbas que datan de la segunda mitad del siglo XIX, cuando el auge económico que vivía la provincia -acababa de llegar el ferrocarril, se había creado el Banco de España...- atrajo a familias pudientes de Cantabria o las vecinas Burgos y Palencia, que no escatimaban en su lecho de muerte. Fue el 1 de septiembre de 1833 cuando se produjo el primer enterramiento en este camposanto, asentado en una pequeña huerta de los Carmelitas Descalzos extramuros, comprada por el Ayuntamiento a raíz de la real cédula emitida por Carlos III instando a que fuera la administración quien se hiciera cargo de estos espacios y no la iglesia. Entre las esculturas más relevantes que se pueden ver, la que preside el Panteón de los Ilustres, cuya autoría pertenece a Aurelio Pérez Carretero, el mismo que firma el Conde Ansúrez de la Plaza Mayor o la talla de José Zorrilla. En él descansan, entre otros, el propio Zorrilla, Pío del Río Hortega, Miguel Delibes y su mujer y, desde el pasado año, Concha Velasco.


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