Sunday 19 October 2025
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eldiario - 3 days ago

La derecha se puede cargar la democracia

La ofensiva sin escrúpulos de la derecha está ahogando cualquier intento de normalidad política, tal y como pretenden Feijóo y Abascal para limitar al máximo el campo de acción del Gobierno y de la izquierdaA la derecha le faltan ideas La embestida cotidiana de la derecha contra el Gobierno irrita e indigna a no poca gente, est produciendo el alejamiento de no pocos ciudadanos respecto de la pol tica y alimentando el riesgo de abstenci n en las pr ximas elecciones, pero hasta el momento asusta poco. Sobre todo, porque por mucho que griten y gesticulen, por muchas barbaridades que digan, los exponentes de la derecha que salen a la palestra tratando de lucirse con insultos que suenan a patio de colegio no son cre bles. Se les nota demasiado que su ira es fingida, que sus cr ticas son c lculo pol tico. Sin embargo, hay motivos para preocuparse. No por la incidencia que puedan tener esos argumentos, sino porque su acci n constante, impenitente, puede estar debilitando, y cada vez m s, las bases en las que se asienta la democracia. Est claro desde hace tiempo que el espect culo que vemos cada d a en el Congreso, en el Senado y en las teles forma de una operaci n pol tica de acoso y derribo. Que tiene su origen hace dos a os cuando las urnas le dijeron a Feij o que no iba a poder gobernar, que, si se pon an de acuerdo, como termin ocurriendo, todos los partidos que de una u otra manera hab an estado contra el franquismo, el poder se le iba a escapar de las manos a la derecha. La reacci n del PP fue negarse a aceptarlo e improvisar una estrategia que le hiciera la vida imposible al PSOE y a su bloque gubernamental. La reacci n de Vox fue intensificar su ofensiva contra el PP, al que directa o indirectamente hac a responsable de la derrota electoral, con el fin ltimo de arrancarle la primac a del bloque conservador. Luego lleg la amnist a a los responsables del proc s catal n. Pedro S nchez quer a cerrar la herida, insoportable para un pa s como Espa a, que la intransigencia y el primitivismo de la derecha hab an contribuido tanto a crear. Y cuando los tribunales vinieron a decir que la sentencia del magistrado Marchena contra Puigdemont y los suyos era justiciera e injusta, la derecha m s profunda se puso en pie de guerra y pronunci su particular no pasar n . Jos Mar a Aznar puso el sonido de esa respuesta, pero fueron jueces, muchos jueces, los que dieron contenido a esa amenaza de acci n antidemocr tica que era, a un tiempo, anuncio de guerra y tambi n confirmaci n de que los principios de siempre, los del anticatalanismo y los de la Espa a m s rancia, segu an estando vigentes para muchos espa oles. Algunos muy influyentes y poderosos. Los jueces, o una parte de los jueces, se convirtieron as en lo que en tiempos anteriores hab an sido los militares. En la amenaza mayor contra el futuro de la democracia. Los procesos abiertos contra el entorno del presidente S nchez y contra el fiscal general del Estado, el nico m ximo dirigente judicial que no procede del entramado corporativo de la magistratura, son hasta ahora la expresi n de esa opci n beligerante de los jueces que se ha instalado en la pol tica espa ola. En ese contexto N ez Feij o se ve, adem s, asediado por Vox, capaz de conectar mejor que el PP con el nuevo esp ritu guerrero que empieza a extenderse por el mundo conservador, aunque los aires ultraderechistas que corren cada vez con m s fuerza por el mundo tambi n han contribuido a ello. Pero menos. Y decide que no tiene m s remedio que lanzarse por el camino que le marca Abascal. El del conservadurismo m s ultra y primitivo. Y en esas estamos. La ofensiva sin escr pulos de la derecha est ahogando cualquier intento de normalidad pol tica, tal y como pretenden Feij o y Abascal para limitar al m ximo el campo de acci n del Gobierno y de la izquierda. Y como, tensiones puntuales aparte, no est n rompiendo el pacto de los partidos que sostienen a S nchez, su acci n es cada d a m s hist rica. Seguramente no se dan cuenta de que eso no va a hacer m s que cimentar dicho pacto y hacerlo viable hasta que los tiempos constitucionales obliguen a nuevas elecciones. El resultado de ese enfrentamiento tan irracional no es el desgobierno, que S nchez trata de impedir por todos los medios a su alcance, sino el desconcierto. Que ahora, de repente, la inmigraci n se haya convertido en el gran problema de Espa a porque as lo dicen los estrategas de Feij o, cuando en este pa s ese no es un problema sino un fen meno extraordinario que la mayor a de los espa oles asume, no sin molestias, como todos los grandes cambios. O que una se ora pol tica muy ambiciosa pero muy cortita quiera reabrir el debate sobre el derecho al aborto, algo que podr satisfacer a la Iglesia cat lica m s ultramontana pero que la mayor a de los espa oles tiene plenamente asimilado. O que el cerebro pensante de esa se ora pol tica haya reconocido en un tribunal que ha mentido, que el argumento principal de la causa contra el fiscal general del Estado es falso y que ning n juez haya movido un dedo para procesarle por tan flagrante delito. Todo indica que desprop sitos como ese van a seguir produci ndose. Y que cuanto peor le vaya a la derecha, y no le est yendo bien m s all de los sondeos, tendr n lugar m s atentados contra la democracia, contra lo que se ha venido construyendo en las ltimas cuatro d cadas. Ese es el panorama. Y la pregunta que del mismo se deriva cada vez m s inquietante, porque es cada vez m s una posibilidad real es qu puede pasar si en las pr ximas elecciones generales Pedro S nchez vuelve a obtener esca os suficientes para seguir gobernando.


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