Monday 20 October 2025
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eldiario - 3 days ago

Violencia política y violencia cotidiana

Es como si la violencia política no bebiera del acceso generalizado a las armas. No puede gozar de buena salud democrática un país donde es legal tener en casa un rifle Mauser 98, como el que usó el asesino de Kirk, o un revólver, como el que usó el presunto autor del atentado en Colorado A las 12:24 del mediod a el mi rcoles 10 de septiembre, justo un minuto despu s de que sonase un disparo en un encuentro con Charlie Kirk en la Universidad de Utah Valley que dejar a al joven activista ultra con una herida mortal en el cuello, son otro disparo a unos 729 kil metros de distancia, en un instituto del pueblo de Evergreen, Colorado. El atentado de Colorado, que se produjo en el mismo condado que dio lugar, en 1999, a la masacre de Columbine, dej en estado cr tico a dos estudiantes y cobr la vida de otro: un chico de diecis is a os y el presunto autor de los disparos. Me enter del primer atentado leyendo las noticias. Del segundo, gracias a mi pareja, que, al llegar a casa ese mi rcoles, me cont que una estudiante suya le hab a escrito esa tarde para decirle que no asistir a a clase al d a siguiente por lo muy sacudida que estaba emocionalmente. La estudiante era exalumna del instituto de Colorado, donde todav a conservaba una gran parte de su vida: amigos, familiares y conocidos de la comunidad de unos nueve mil habitantes. Llevamos semanas hablando incesantemente del primer atentado. Del segundo no se ha dicho pr cticamente nada. Por qu la diferencia? El primer atentado, como han afirmado pr cticamente todos que se han pronunciado sobre el tema, se trata de violencia pol tica. El segundo, de un tiroteo escolar. Uno excepcional, el otro com n y corriente. Uno importante, el otro no tanto. El porqu tiene que ver con la llamada violencia pol tica. La violencia pol tica es para muchos polit logos, analistas y otros un ndice clave del nivel democr tico de un pa s. Cuanto menos violencia pol tica haya, m s posibilidades democr ticas habr . Los tiroteos escolares, en cambio, son ajenos a la pol tica, una forma de violencia que rompe vidas, familias y comunidades, pero no la democracia. Su importancia en el debate p blico, por lo tanto, se reduce a los escombros de una tragedia social. Aislar la violencia pol tica es lo que nos permite estudiarla. Y en los ltimos a os, ese estudio nos ha llevado a afirmar que est en auge, e insistir en que algo deber amos hacer para controlarlo, y justificar que, si no hacemos nada, la democracia se nos ir de las manos, esa que tanto nos tard en consolidar y de la que tanto gozamos. Mientras tanto, la violencia cotidiana, como los atentados escolares que en los Estados Unidos han llegado casi al medio centenar en lo que llevamos de a o , sigue en pie con un nivel de atenci n medi tico m s propio del cambio de las estaciones. El l der del Partido Popular, Alberto N ez Feij o, habl el otro d a de violencia pol tica. Aunque l parece no tener una definici n clara del t rmino, hay muchos analistas que s lo tienen, desde Ezra Klein en el New York Times a Federico Rampini en El Mundo. Entre estos ltimos, se da casi por sentado el v nculo entre la violencia pol tica y la democracia. No discrepo con esta afirmaci n. Pero s con nuestra completa y autoimpuesta ceguera sobre lo que es, sin duda, la ra z de casi toda violencia en los Estados Unidos, tanto pol tica como cotidiana. La ra z no es internet, ni su capacidad para radicalizar a los j venes. Ni tampoco lo es la polarizaci n pol tica, que ha llevado cierto sector de la ciudadan a estadounidense a deslegitimar el proceso democr tico. Lo que comparten el asesinato de Kirk y el atentado de Colorado es algo mucho m s b sico: las armas de fuego, el derecho constitucional a tenerlas y su disponibilidad civil. Es algo que, en Occidente, pr cticamente solo pasa en los Estados Unidos. Pero a pesar de ser una de las mayores diferencias entre la democracia estadounidense y las dem s, el hecho de que tantos civiles est n armados o podr an estarlo no parece figurar en los ndices de democracia. Es como si la violencia pol tica no bebiera del acceso generalizado a las armas. No puede gozar de buena salud democr tica un pa s donde es legal tener en casa un rifle Mauser 98, como el que us el asesino de Kirk, o un rev lver, como el que us el presunto autor del atentado en Colorado. Hace poco m s de un a o el s bado 21 de septiembre de 2024 me interpel la violencia cotidiana estadounidense por primera vez. Eran las tres de la tarde, un d a nublado, rozaba los 27 grados. Estaba en mi coche, parado en un sem foro, segundo en la cola. O un disparo. De repente, la media docena de personas que deambulaba por el cruce se ech al suelo. Vi a un chaval de veintipico a os, alto y flaco, con un anorak gris y un pa uelo rojo tap ndole la cara de la nariz para abajo. Sujetaba un fusil autom tico, apunt ndolo en nuestra direcci n, pero no hacia nosotros sino hacia una de las esquinas del cruce. El chaval cruzaba la calle, disparando una y otra vez hasta que lleg a soltar una docena de tiros. Me qued congelado. Mi pareja se hab a dado la vuelta para hablar con nuestros hijos uno de casi dos a os, el otro de casi ocho que estaban sentados atr s con a mi padre, de 72 a os. Cuando volvi a mirar para adelante, ella tambi n se qued congelada. Nuestro coche se volvi una celda. Nuestras vidas ya no estaban en nuestras manos. Nuestra experiencia con un tiroteo no es nica. Baltimore, la ciudad donde vivimos, suele encabezar la lista de ciudades norteamericanas con la tasa m s alta de homicidios. En lo que llevamos de a o, la ciudad ha sufrido 94 de ellos. Trump hasta ha amenazado con invadir la ciudad con la Guardia Nacional, supuestamente para combatir el crimen. El mismo d a que asesinaron a Kirk, hubo por lo menos un homicidio y dos atentados documentados en Baltimore. En Espa a u otros pa ses del continente, casi todos los atentados son noticia nacional. En los Estados Unidos, la vasta mayor a no llegan a ser ni noticia municipal. Nuestra salud democr tica no depende de las tasas de violencia pol tica, sino de la cantidad de violencia que estamos dispuestos a tolerar de nuestros vecinos. En cuanto menos violencia cotidiana toleremos, m s salud democr tica habr .


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